martes, 27 de julio de 2010

David Lane, "La Primera Ley de la Naturaleza".





La Primera Ley de la Naturaleza
David Lane
(Traducido por Bucelario)
Todos hemos visto con consternación, e incluso indignación, como autoproclamados portavoces de la supervivencia de nuestra estirpe quedan como unos cretinos en televisión y otras partes. Por lo común, su intención es noble y el fervor de sus creencias resulta más que evidente, pero son como niños en una discusión de adultos avispados, pues carecen de preparación o experiencia. El enemigo paga y prepara a expertos en propaganda disfrazados de periodistas, y su poder y protección es el modo en que hacen posible, con gran dedicación, el control de la mente de los hombres.
Así pues, lo primero que hemos de hacer es restringir toda entrevista y contacto con los medios de comunicación del enemigo a aquellos de nosotros que estén adiestrados y capacitados. En segundo lugar, hemos de entrenar y educar en psicología y en los detalles de la guerra dialéctica a los portavoces.
En cualquier debate sobre cuestiones morales, emocionales y de importancia, es esencial que el participante adopte una elevada postura moral tan rápido como sea posible. Como sabéis, nuestros oponentes inician prácticamente cada entrevista con la descripción de quien se opone al genocidio de nuestra raza mediante palabras repetitivas que generan antipatía irracional contra nosotros gracias al condicionamiento y el uso prolongado.
Términos como “lleno de odio”, “fanático”, “nazi” y “racista” son los que podemos esperar. Desde el mismo comienzo de la entrevista hay que superar el zumbido de esas palabras y su efecto. No podemos darnos el lujo de que se nos desvíe de nuestro propósito, que es detener el genocidio que sufre nuestra raza. La primera vez que un reportero pronuncie una palabra zumbante, debéis exigir inmediatamente poder clarificar. Aprended a responder una pregunta con otra pregunta y practicad con un amigo que adopte el papel de reportero hostil. Y, al instante, volved a la idea de que vuestra raza está siendo destruida. Si el enemigo hace uso del calificativo “lleno de odio”, pregunta sin demora por qué el sistema existente no es quien más lleno de odio está, un sistema que niega a nuestra raza sus propias naciones, escuelas, vecindarios, organizaciones y todo lo necesario para que sobreviva como entidad biológica y cultural, lo que supone un genocidio.
Y pregúntale por qué tilda a aquellos de nosotros que se resisten al genocidio –en obediencia a la primera y mayor ley de la naturaleza- de “llenos de odio” en lugar de “patriotas”. Sé como un bulldog y no le permitas continuar hasta que no haya contestado a tus cuestiones. Es el enemigo. No le debes nada. Y no estás allí para adoptar una postura y dar a conocer tu nombre. Sólo puede ocurrir dos cosas en la entrevista: el enemigo se beneficia o nuestro bando se beneficia. Si en ese momento, la batalla se desarrolla en términos tan injustos que no hay posibilidad de obtener ventajas para nuestro bando, entonces, como en cualquier guerra, retírate y reagrúpate para un nuevo ataque en otro tiempo y lugar.
Imaginemos que estás en terreno favorable o, al menos, en igualdad de condiciones y consientes en que te entrevisten. Ahora, el enemigo se ve reducido a lanzar ataques personales contra ti u otros que representan a nuestra causa. No pretendo atacar o defender al muy conocido David Duke (me niego a entrar en esa controversia), pero muchos recordarán como los medios de comunicación hicieron referencias taimadas y viles a su sexualidad y moralidad. Nunca te defiendas cuando se presenten oportunidades tan maravillosas para atacar. Se puede saltar sobre esa apestosa mofeta con la pregunta de por qué le preocupan unos asuntos de importancia tan relativa mientras el “honorable” (dicho con gran sarcasmo) senador por Massachussetts no es castigado por el asesinato perpetrado para encubrir sus aventuras de adúltero, o por qué un degenerado moral, prófugo, fumador de marihuana y pervertido adúltero puede enmascarase como presidente de los Estados Unidos; y la empresa mediática del entrevistador parece más interesada en la difamación a partir de calumnias infundadas.
Recuerda que tienes tu asidero en la posición moral. Su sistema es una perversión tan degenerada que nunca has de aceptar que te difamen mientras en su bando prolifere el crimen y la degradación moral, que empequeñecen todo lo que puedan alegar contar ti o nuestros fieles compañeros.
Mi intención al concebir los 88 Preceptos era que una persona pudiera dar respuestas cortas y precisas a los sofismas de los periodistas del enemigo. Cuando empieces a entrenarte para responder a los interrogatorios de los periodistas del ZOG –y ver las entrevistas que hacen a otros-, creo que te sorprenderás de cuantas de sus trampas pueden acallarse con sólo un Precepto. Conceptos tales como “Las leyes de la Naturaleza son obra de Dios y, por lo tanto, son leyes divinas” y “La primera ley de la Naturaleza es la preservación de nuestra propia raza” resultan efectivos contra los interrogadores religiosos. La idea del hombre blanco como perseguidor de indios, negros y judíos surgirá, desde luego. Ataca de nuevo. Los indios eran de la misma raza que los mongoles de Gengis Khan, quienes intentaron destruir a nuestra raza en la sagrada patria europea siglos antes de que los blancos arribasen a América. Los africanos de raza mezclada conocidos como moros nos invadieron e intentaron destruir a nuestra raza en Europa hace doce siglos. Por tanto, cualquier clase de culpabilidad o equivocación históricas no son nuestras, sino suyas. Esto es especialmente efectivo, porque hace uso de su propia mentira, consistente en que los negros son los autores de toda cultura en el Norte de África. El Holocausto es, por supuesto, el asunto más difícil de tratar, ya que ha sido su mayor estratagema propagandística a lo largo de nuestras vidas, y porque muchos veteranos de la IIª Guerra Mundial que aún viven están decididos a conservar su categoría de héroes de aquella conflagración fratricida. Una vez se narra un “cuento de guerra”, un hombre o nación que estén involucrados han de sostener las mentiras o reconocerlas.
Puedes citar a Trevanian: “La propaganda de los vencedores se convierte en la Historia de los vencidos”, y ver hasta dónde te lleva eso. Puedes preguntar por qué la muerte de 50 millones de blancos en esa guerra carece de importancia en comparación con el presunto Holocausto. Recientemente, me he dado cuenta de que la mayoría de los medios de comunicación evitan –particularmente, si eres inteligente y estás bien informado- tratar lo puesto en duda. Hay, por ejemplo, artículos de periódico que muestran la reducción de las exageradas cifras. Yo memorizaría el nombre y la fecha de por lo menos dos de esos casos. Mucho depende de las circunstancias de la entrevista; algunas veces puedes atacar el Holocausto, otras has de moderarte. Es probable que el periodista no quiera hablar demasiado del tema (cual enemigo que empieza a sentirse expuesto) y prefiera una guerra de razas entre otros que él pueda ganar desde la retaguardia, como es usual.
También he descubierto que es útil memorizar unos pocos ejemplos del poder que posee el enemigo. Ejemplos tales como que los tres últimos presidentes de la Reserva Federal (Greenspan, Volker y Burns) son judíos. Puedes comprobar mi memoria al respecto. También conozco al propietario judío del New York Times (Sulzberger), de Viacom/ABC/CBS (Redstone), ABC/Disney (Eisner) y así sucesivamente. No tienes más que saber una docena exacta de esos ejemplos para que un periodista abandone el tema apresuradamente. De nuevo, la preparación es esencial. Cuando residía en la ciudad de Denver, antes de que se me encarcelase, cada anuncio a una página de los periódicos era, virtualmente, de una firma judía: Dave Cook´s, Gart Bros., Waxman´s, Levine´s Furniture, Jake Javits American Furniture y etc., etc. Si estás preparado, el reportero abandonará rápidamente la conversación en torno a la culpabilidad de la cuestión judía como si fuera una patata caliente.
Recuerda que la técnica del enemigo es dar la vuelta a todo. La Liga Antidifamación suele difamar. El amor y preservación de nuestra propia raza es “odio”. Y está la antigua y eficaz táctica de ser “la víctima”, algo que ha sido muy útil a los judíos. Somos nosotros las verdaderas víctimas de genocidio. Nunca olvides dejar patente que somos las víctimas. Somos los únicos a quienes los judíos destruyen desde su control de todos los centros de poder mediáticos, financieros, industriales, jurídicos y políticos. Presenta siempre el escenario tal cual es: defendemos a nuestra raza del genocidio. No permitas al periodista tergiversar esto con palabras provocadoras y sofismas. Pon de relieve los absurdos, caso de calificar a las razas de color de “minorías”, cuando comprenden la mayoría, la inmensa mayoría, de la población mundial, mientras se da a entender que nuestra especie en vías de extinción es la mayoritaria. Es más, ansían que nos extingamos. Pero nosotros tenemos ideas distintas con respecto a eso.
Por supuesto, no puedo prever todos los escenarios en los que nuestros portavoces se desenvolverán, pero espero que estas líneas les sirvan de ayuda.
En pocas palabras, adopta una alta postura moral, céntrate en nuestro tema, aplícate más en atacar que en defender y prepárate antes de aventurarte en territorio enemigo.

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