sábado, 25 de septiembre de 2010

Leon Degrelle, "Quién era Hitler".



¿Quién era Hitler?
Leon Degrelle
 
Hitler -Ud. lo conoció-; ¿como era él? Me han preguntado esto mil veces desde 1945, y nada es más difícil de contestar. Aproximadamente doscientos mil libros han tratado sobre la Segunda Guerra Mundial y su figura principal, Adolf Hitler. ¿Pero ha sido el verdadero Hitler, el descubierto por alguno de ellos? "El enigma de Hitler está por encima de cualquier comprensión humana", sentenció una vez el semanario alemán Die Zeit. Salvador Dalí, artista genial, intentó penetrar en dicho misterio en uno de sus cuadros más dramáticos. Enormes montañas a lo largo de todo el lienzo, dejando sólo unos pocos metros iluminados de costa con unas diminutas figuras humanas: los últimos testigos de la paz que moría. Un enorme teléfono, del cual caían lágrimas de sangre, colgado de un árbol muerto; y por todos lados paraguas y murciélagos cuyos augurios eran los mismos. Dalí dijo "El paraguas de Chamberlain aparecía en el cuadro con una luz siniestra, más evidente por el murciélago, y me sorprendió cuando lo pinté como algo de una enorme angustia". El luego confesó: Consideré esta pintura como profética. Pero he de confesar que tampoco yo he desvelado el enigma de Hitler todavía. Me atrajo sólo como un objeto de mis locas imaginaciones y por ver en él a una persona que era capaz, como ninguna otra, de darle la vuelta a las cosas." Una gran lección de humildad para todas las críticas que han salido a imprenta desde 1945 con sus miles de libros 'definitivos', la mayoría insolentes, sobre el hombre que preocupó tanto a Dalí, que cuarenta años después seguía todavía angustiado e incierto ante la presencia de su propia obra alucinatoria. Aparte de Dalí, ¿quien más ha intentado alguna vez presentar un objetivo retrato de este extraordinario hombre a quien Dalí etiquetó como la figura más explosiva en la Historia de la Humanidad?.

Como la campana de Pavlov.
Las montañas de libros sobre Hitler, basados todos en ellos en el odio y la ignorancia, han hecho muy poco por explicar o describir al hombre más poderoso que el mundo jamás haya visto. Y pienso, ¿en que se parecen estos disparatados retratos de Hitler al hombre que yo conocí?. El Hitler sentado al lado mío, de pie, hablando, escuchando. Se ha vuelto imposible decirles a las personas que todas las fantásticas leyendas que durante décadas han leído o escuchado en la televisión simplemente no se corresponden con la realidad. Las personas aceptan como realidad aquellas fantasías que les han repetido miles y miles de veces. Sin embrago nunca han visto a Hitler, nunca le han hablado y nunca le han oído hablar. El nombre de Hitler evoca inmediatamente la imagen de un demonio haciendo muecas, la fuente de todas las emociones negativas. Como la campana de Pavlov, toda mención a Hitler se realiza prescindiendo de la substancia y realidad. En un futuro, sin embargo , la historia demandará algo más que estos brevísimos juicios de hoy en día.

Extrañamente atractivo.
Hitler siempre está presente ante mis ojos: como un hombre de paz en 1936, como un hombre de guerra en 1944. No es posible el haber sido testigo directo de la vida de un hombre tan extraordinario y no estar marcado para siempre. No pasa ni un día en que Hitler me viene a la memoria, no como un hombre muerto hace tiempo, sino como un ser real que camina por su despacho, que se sienta en su silla, que atiza los troncos ardiendo de su chimenea. Lo primero que uno notaba nada más verle era su pequeño bigote. Incontables veces le asesoraron que se lo quitase, pero siempre lo rechazó: la gente estaba acostumbrada a él como era. No era alto, no más que Napoleón o Alejandro Magno. Hitler tenía unos profundos ojos azules que muchos encontraban embrujadores, aunque yo no pensaba así. Tampoco noté la corriente eléctrica que decían que daban sus manos. Nos dimos la mano bastantes veces y nunca recibí esa corriente. Su cara reflejaba emoción o indiferencia según la pasión o apatía del momento. A veces parecía que estaba aletargado, sin decir nada, mientras su mandíbula parecía estar haciendo añicos un objeto en el vacío. Entonces se avivaría de repente y te dirigía una alocución como si estuviese hablando para cientos de miles en la explanada del Tempelhof en Berlín. Entonces setransfiguraba. Incluso su complexión, normalmente incluso apagada y fría, se encendía al hablar. Y en esos momentos puedo asegurar que Hitler era extrañamente atractivo, como si tuviese poderes mágicos.

Vigor excepcional.
Cuanto pudiera parecer demasiado solemne en un principio, el lo suavizaba con un toque de humor. La palabra pintoresca, la frase sarcástica estaban a su alcance. En un instante podía dibujar un cuadro de palabras, o salir al pase con una inesperada y convincente comparación. Podía ser discordante e incluso implacable en sus opiniones y ser al mismo tiempo sorprendentemente conciliador, sensible y agradable. Después de 1945 Hitler fue acusado de todas las crueldades, pero no era cruel su forma de ser. Amaba a los niños. Era algo totalmente normal en él parar su coche y compartir su comida con los jóvenes ciclistas que iban por la carretera. Una vez le dio su abrigo a un indigente que estaba empapado bajo la lluvia. A medianoche interrumpía su trabajo para dar de comer a Blondi, su perro. No podía comer carne porque representaba la muerte de una criatura viviente. Rechazaba que fuesen sacrificados para alimentarle, ya fuese un conejo o una trucha. Permitía sólo huevos en su mesa, ya que ello suponía que no se mataba al animal, que no se le hacía daño.
Los hábitos alimenticios de Hitler eran una fuente continua de sorpresas para mi. Como podía alguien, con una agenda tan apretada, que tomaba parte en decenas de miles de actos masivos, en los cuales salía completamente mojado por su sudor, que perdía muchas veces uno o dos kilos en ello; que dormía sólo tres o cuatro horas cada noche; y que, desde 1940 hasta 1945 llevó al mundo entero sobre sus espaldas gobernando sobre 380 millones de Europeos; ¿como, pensaba yo , podía sobrevivir físicamente con sólo un huevo cocido, unos pocos tomates, dos o tres tortas, y un plato de pasta?. ¡pero de hecho ganaba peso!. Sólo bebía agua. No fumaba ni permitía que se fumara en su presencia. A la una o dos de la noche podía estar hablando, cerca de su chimenea, despierto, y a veces divertido. Nunca mostró ningún síntoma de debilidad. Los que estaban con el podrían estar muertos de sueño, pero Hitler no. Fue descrito como un cansado hombre mayor. Nada más lejos de la realidad. En Septiembre de 1944, cuando se dijo que estaba senil, pasé una semana con él. Sus condiciones físicas y mentales eran excepcionales. El intento de asesinato que se realizó el día 20 no hizo más que aumentar su vigor. Tomaba el té en su cuarto tan tranquilo como si estuviese en el pequeño apartamento que tenía en la Cancillería antes de la guerra, o disfrutando con las vistas de nieve y claro cielo azul que se veían desde la gran ventana del Berchtesgaden.

Autocontrol de hierro.
Al final de su vida es cierto que su espalda se curvó, pero su mente permaneció tan despejada como siempre. El testamento que dictó con enorme entereza el mismo día de su muerte el 29 de Abril de 1945 nos sirve de prueba de ello. Napoleón en Fontainebleau no estuvo sin momentos de pánico antes de su abdicación. Hitler simplemente dio las manos a sus camaradas en silencio, desayunó como otro día cualquiera y luego fue a encontrar la muerte como si se fuese a dar un paseo. ¿Cuando en la historia se ha visto una tragedia tan grande llevada a cabo con este control de uno mismo?. La más notable característica de Hitler era su sencillez. Los más complejos problemas se convertían en su mente en unos pocos principios básicos. Sus acciones eran engranadas por ideas y decisiones que podían ser comprendidas por cualquiera. El obrero de Essen, el agricultor, el industrial del Ruhr, y un profesor de universidad podían seguir fácilmente su línea de pensamiento. La enorme claridad de sus razonamientos hacía todo obvio. Su comportamiento y su estilo de vida no cambio un ápice aún cuando se convirtió en el dirigente de Alemania. Vivía y se vestía modestamente. Durante sus días en Munich no se gastaba más de un marco al día en comida. En ningún momento de su vida se gastó algo en si mismo. Nunca en los 13 años que estuvo en la Cancillería llevó una cartera o tenía dinero encima.

Mente privilegiada.
Hitler fue un autodidacta y no lo ocultó en ningún momento. Los engreídos y elegantes intelectuales, sus brillantes ideas empaquetadas como pilas de una linterna, le irritaban a veces. Su conocimiento lo alcanzó gracias a intensos y selectivos estudios, y sabía mucho más que miles de académicos premiados. No creo que nunca alguien leyera más que él. Solía leer un libro al día, empezando siempre por la conclusión y el índice para calibrar el interés de la obra. Tenía la capacidad de extraer la esencia de cada libro y archivarla en su mente enciclopédica. Le he oído hablar sobre complicados libros científicos si ningún error, incluso en los momentos más importantes de la guerra. Su curiosidad por el saber era ilimitada. Estaba familiarizado con las obras de los más diversos autores, y nada era demasiado complejo para su comprensión. Tenía un amplio conocimiento y comprensión sobre Buda, Confucio y Jesucristo, así como de Lutero, Calvino y Savonarola; sobre genios de la Literatura como Dante, Schiller, Shakespeare y Goethe; y sobre escritores analíticos como Renan y Gobineau, Chamberlain y Sorel. Había aprendido Filosofía estudiando a Aristóteles y Platón. Podía citar textos enteros de Schopenhauer de memoria, y por un espacio prolongado llevó consigo una edición de bolsillo de Schopenhauer- Nietzsche le enseño mucho sobre el poder de la voluntad. Su sed de conocimientos era inagotable. Se pasó cientos de horas estudiando las obras de Tácito y Mommsen, de estrategas militares como Clausewitz, de constructores de imperios como Bismarck. Nada escapaba de su cultura: Historia Universal o Historia de las Civilizaciones. el estudio de la Biblia y el Talmud, la filosofía Tomista y todas las obras maestras de Homero, Sofocles, Horacio, Ovidio, Tito y Cicerón. Conocía a Julio el Apóstata como si fuese su contemporáneo. Su conocimiento alcanzaba la mecánica. Sabía como funcionaban las máquinas; comprendía la balística de las armas; y dejó atónitos a los mejores científicos de la medicina con sus conocimientos de biología y medicina. La universalidad del conocimiento de Hitler puede sorprender o enojar a los que lo desconocían, pero es sin embargo un hecho histórico: Hitler fue una de las personas más cultas de este siglo. Muchas veces más que Churchill, una mediocridad intelectual; o que Pierre Laval, con su mero conocimiento superficial de la Historia; o que Eisenhower, que nunca pasó de las novelas de detectives.

El joven arquitecto.
Incluso durante sus primeros años, Hitler era diferente del resto de los niños. Tenía una fuerza interior y era guiado por su espíritu e instintos. Podía dibujar con habilidad cuando tenía sólo once años. Sus primeros dibujos y acuarelas, a la edad de 15, estaban llenas de poesía y sensibilidad. Uno de sus más notables obras de sus primeros tiempos 'Fortress Utopia' (utopía de fortaleza), nos muestra que también fue un artista de una poco común imaginación. Su orientación artística tomó varias formas. Escribió poesía desde que era chico. Dictó una obra entera a su hermana Paula, que se sorprendió por su orgullo. A la edad de 16, en Viena, se embarcó en la creación de una ópera. Incluso diseñó el escenario, así como el vestuario; y, por supuesto, los protagonistas eran héroes wagnerianos. Mas que un artista Hitler fue por encima de todo un arquitecto. Cientos de sus obras son notables, tanto por su pintura como por su arquitectura. Podía describir de memoria y con todo detalle la cúpula de una iglesia o las complejas curvas del hierro forjado. Fue, sin duda, su sueño de convertirse en un arquitecto lo que le llevó a Viena a principios de siglo. Cuando uno ve los cientos de dibujos, bocetos y pinturas que creó en dicha época, así como su dominio de las figuras tridimensionales, le parece sorprendente que los examinadores de la Academia de Arte le suspendieran por dos veces consecutivas. El historiador alemán Werner Maser, que no fue precisamente un amigo de Hitler, criticó a sus examinadores: "Todos sus trabajos revelaban un extraordinario conocimiento y dominio de la arquitectura. El constructor del Tercer Reich dio motivos para que la Academia de Artes estuviese avergonzada.". En su cuarto, Hitler siempre tuvo una vieja fotografía de su madre. La memoria de la madre a la que amó estuvo con él hasta el mismo día de su muerte. Antes de morir, el 30 de Abril de 1945, puso la fotografía de su madre frente a él. Ella tenía ojos azules como su hijo y un rostro similar. Su intuición materna le indicó que su hijo era diferente a los demás niños. Actuó como si supiese del destino de su hijo. Cuando murió, se sintió angustiada por el inmenso misterio que rodeaba a su hijo.

Origen humilde.
Durante sus años de juventud Hitler vivió una vida parecida a la de un recluso. Su gran deseo era el de retirarse del mundo. Era una persona reflexiva, en el fondo un solitario, que comía exiguas comidas, pero que devoraba los libros de las tres bibliotecas públicas. Se abstenía de conversaciones y tenía pocos amigos. Era casi imposible imaginarse un destino tal, en el que un hombre que empezó con tan poco llegó a tan altas alturas. Alejandro Magno era el hijo de un rey. Napoleón, miembro de una familia bien, fue general a los 24. Quince años después de Viena Hitler era todavía un total desconocido. Otros miles de personas tuvieron más oportunidades que él de dejar su huella en el mundo. Hitler no se preocupaba mucho de su vida personal. En Viena vivía en una sucia y vieja pensión. Gracias a ello pudo alquilar un piano que ocupaba media habitación, y se concentró en componer su ópera. Vivía de pan, leche y sopa de verduras. Su pobreza era real. Ni siquiera tenía un abrigo. Recorría las ciudades en días de nieve. Transportaba equipaje en la estación de trenes. Pasó muchas semanas en centros de acogida de gente sin hogar. Pero nunca dejó de pintar o escribir. A pesar de su gran pobreza Hitler se las apañó para tener una apariencia aseada. Todos los caseros y caseras de Viena y Munich le recordaban por sus buenas maneras y su gran disposición. Su comportamiento fue intachable. Su cuarto estaba siempre impecable, sus pocas pertenencias siempre ordenadas, y su ropa siempre bien colgada y doblada. Lavaba y planchaba su propia ropa, algo que en esa época poca gente hacía. No necesitaba casi de nada para sobrevivir, y el dinero que sacaba en la venta de sus pinturas era suficiente para obtener todo lo que necesitaba.

En busca del destino.
Impresionado por la belleza de la iglesia del monasterio de los Benedictinos, en la que participaba en su coro y como monaguillo, Hitler soñó por un instante en convertirse en monje Benedictino. Y fue por entonces también, cuando cada vez que atendía a la Misa pasaba por debajo de la primera esvástica que jamás vio: estaba tallada en el escudo de piedra de la puerta de la abadía. El padre de Hitler, un funcionario de aduanas, quiso que el chico siguiese sus pasos. Su tutor le animó a que se convirtiese en monje. Por el contrario Hitler fue, más bien escapó, a Viena. Y allí, frustrado en sus aspiraciones artísticas debido a los mediocres burócratas de la academia, pasó al aislamiento y a la meditación. Perdido en la gran capital del Imperio Austrohúngaro, se dispuso a buscar su destino. Al cumplirse los primeros 30 años de su vida, el 20 de Abril de 1889, el nombre de Hitler no le decía nada a nadie. Había nacido ese día en Baunau, una pequeña ciudad en el valle de Inn. Durante su tiempo en Viena pensó asiduamente en su modesto hogar, y particularmente en su madre. Cuando ésta cayó enferma, volvió a casa para cuidar de ella. Durante semanas la asistió, hizo todas las labores del hogar, y la apoyó como su hijo más querido. Cuando finalmente murió, en Nochebuena, su dolor era inmenso. Abrumado por el pesar, la enterró en el pequeño cementerio. " Nunca he visto a nadie tan abatido por el dolor", dijo el médico de su madre, que curiosamente era judío.

Un alma fuerte.
Hitler no estaba todavía concentrado en la política, pero sin realmente saberlo, esa era la carrera para la que más era llamado a desempeñar. La política se combinaría finalmente con su pasión por el arte. El Pueblo, las masas, serían la arcilla a la que el escultor daría una forma inmortal. La arcilla humana se convertirían para él en un bello trabajo como si se tratase de una de las esculturas de mármol de Myron, de una pintura de Hans Makart o de la trilogía de Wagner. Su amor por la música, arte y arquitectura no le separaron de su vida política y su conciencia social en Viena. Para poder sobrevivir trabajó como un peón codo con codo con otros trabajadores. Era un silencioso espectador, pero nada escapaba de él: ni la vanidad y el egoísmo de la burguesía, ni la pobreza material y moral del Pueblo, ni los cientos de miles de obreros que se agitaban por las anchas avenidas de Viena con el miedo en sus corazones. También se dio cuenta de la creciente presencia en Viena de barbudos judíos con sus caftanes. Algo no visto en Linz. "¿Cómo podían ser ellos alemanes?", se preguntaba a sí mismo. Leyó las estadísticas: en 1860 vivían 69 familias judías en Viena; 40 años después eran 200.000. Estaban en todas partes. Observó su invasión en las universidades y en las profesiones médicas y de leyes, así como el control que tenían sobre los periódicos. Hitler estaba expuesto a las pasionales reacciones de los obreros con respecto a esta influencia, pero los obreros no estaban solos en su infelicidad. Había muchas personas importantes en Viena y Hungría que no ocultaban lo que consideraban una invasión extranjera en su país. El alcalde de Viena, democrático-cristiano y gran orador, era vivamente escuchado por Hitler. Hitler también estaba concienciado por el destino de los ocho millones de alemanes austríacos que estaban separados de Alemania, y por tanto privados de la nacionalidad alemana a la que tenían derecho. Consideraban al Emperador Francisco José como un áspero y mezquino viejo hombre incapaz de solucionar los problemas de esos momentos y las aspiraciones de futuro. Calladamente, el joven Hitler estaba sumando más y más cosas en su mente. Primero: Los austríacos eran parte de Alemania, la Patria común. Segundo: Los judíos eran extranjeros en la comunidad alemana. Tercero: El patriotismo sólo era válido si era compartido por todas las clases. La gente común con la que Hitler compartió dolor y humillación eran la misma parte de la Patria que los millonarios de la alta sociedad. Cuarto: La lucha de clases condenaría, tarde o temprano, tanto a los trabajadores como a los patronos a la ruina del país. Ninguna nación puede sobrevivir a la lucha de clases; sólo la cooperación entre los trabajadores y los patronos puede beneficiar al país.
Los trabajadores deben de ser respetados y vivir con decencia y honor. La creatividad nunca debe de ser sofocada. Cuando Hitler después dijo que había formado su doctrina política y social en Viena dijo la verdad. Diez años después, sus observaciones en Viena se convertirían en realidad. De este modo tuvo que vivir Hitler por unos años en la populosa ciudad de Viena como un virtual paria, pero observando silenciosamente cuanto ocurría alrededor suyo. Su fuerza le vino desde dentro. Los hombres excepcionales siempre se sienten solos entre una muchedumbre de gente. Hitler vio en su soledad una magnífica oportunidad para meditar y no para convertirse en alguien que no pensaba. Para no perderse en un estéril desierto, un alma fuerte busca refugio dentro de uno mismo. Hitler poseía un alma así.

La palabra.
La iluminación en la vida de Hitler vendría gracias a la Palabra. Todo su talento artístico sería encauzado gracias a su maestría en la comunicación y la retórica. Hitler nunca concibió las conquistas populares sin el poder de la Palabra. Podía encantar y ser encantado por ella. Conseguía la máxima realización cuando la magia de sus palabras inspiraban el corazón de las masas con las que conversaba. Sentía que volvía a nacer cada vez que comunicaba con mística belleza los conocimientos que había adquirido en su vida. La encantadora retórica de Hitler permanecerá, por mucho tiempo, como amplio objeto de estudio de psicoanalistas. El poder de la palabra de Hitler es la clave. Sin ella, nunca hubiera habido una era Hitleriana.

Fe transcendental.
¿Creía Hitler en Dios?. Creía profundamente en Dios. Llamaba a Dios el Todopoderoso, maestro de todo lo que es conocido y desconocido. Los propagandistas describieron a Hitler como un ateo. No lo era. Sentía desprecio por los clérigos hipócritas y materialistas, pero no era el único que así pensaba. Creía en la necesidad de modelos y dogmas teológicos, sin los cuales, decía repetidamente, la gran institución de la iglesia Cristiana se derrumbaría. Estos dogmas chocaban con su inteligencia, pero reconocía que era duro para una mente humana abarcar todos los problemas de la creación, su ilimitada extensión y su imponente belleza. El aprendió que todo humano tenía necesidades espirituales. La canción de un ruiseñor, la forma y color de una flor, le llevaban continuamente a los problemas de la creación. Nadie en el mundo me ha hablado tan elocuentemente acera de la existencia de Dios. No tenía este punto de vista por haber sido educado como un cristiano, sino porque su mente analítica le llevaba al concepto de Dios. La fe de Hitler trascendía de fórmulas y accesorios.
Dios era para él la base de todo, el ordenador de todas las cosas, de su destino y del de todos los demás.

"Dios es el mas grande"


(extracto del libro "Hitler Para Mil Años")

viernes, 24 de septiembre de 2010

Libro 15, Mayor H. von Dach, "Total Resistance" (inglés).



Este libro, escrito por un experto suizo en guerra de guerrillas, es una buena guia para operaciones clandestinas de resistencia en general (formación de unidades de guerrilla, emboscadas, suministros, etc). Desafortunadamente, no existe una traducción al español, solo el original en alemán y esta edición en inglés.


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sábado, 18 de septiembre de 2010

El Arengador Solitario, "Una Línea en la Arena".



Una Línea en la Arena
El Arengador Solitario.
(traducido por Bucelario)
Las noticias televisivas de estos últimos años han sido cada vez más sombrías, llenas de una lista sin fin de reportajes que muestran como este gobierno comunistoide y los conspiradores que dirigen el mundo no sólo han destruido sistemáticamente nuestra libertad, sino a las muchas naciones que los han visto nacer.
Utilizo la televisión como un termómetro para medir la mentalidad nacional y el clima político, y lo que veo actualmente me enfurece más allá de toda descripción. Las palabras no pueden expresar mi ira por las atrocidades que cometen nuestros enemigos contra cada faceta de nuestras vidas. Me recuerda a un viejo versículo de la Biblia que dice: “En los últimos días, llamarán bien al mal y mal al bien”.
Eso es lo que ocurre en este país y a lo largo del mundo. Permitidme expresarlo con claridad a todos vosotros. Odio la televisión. La desprecio, de hecho. Nunca la he visionado sin experimentar un sentimiento de revolcarme en la porquería. Se ha convertido en algo completamente obsceno, no sólo en un modo pornográfico, sino por su absoluta ausencia de moral, integridad y honor.
Ayer por la noche, estaba recorriendo los canales cuando recalé en la CNN o, como yo la llamo, Comunistas del Negocio de las Noticias. Y allí estaba ese malnacido profesional que es Bill Maher. Como cabe esperar de un liberal rabioso con muerte cerebral, se dedicaba a vilipendiar a Arizona, a la que llamaba “Villablanquitos”. Este excremento ha llegado hasta el punto de despreciar a su propia raza, a menos que sea uno de los pocos que igualmente han traicionado a su país y a su gente a cambio del beneplácito de nuestros enemigos mortales. No hubo jamás un tonto mayor que pisase esta tierra. Me hierve la sangre con sólo ver a ese gusano. Pero él no es más que una partícula de porquería en la avalancha de depravación que actualmente inunda nuestra nación. Lo mejor que podría hacer por nuestro país es caer muerto al suelo en el acto.
Los canales de entretenimiento son, como poco, malos; con programas que, episodio tras episodio, describen las alegrías de los nacimientos interraciales, la nobleza del mariconeo y lo divertido que es ser lesbiana. Y cualquiera que disienta o desdeñe eso, es tachado de intolerante, racista o, lo que es peor,… de conservador.
Y cada vez son más perversos. Mediante el insulto, la ofensa e incluso la amenaza, los ateos y progresistas están en pleno ataque y hacen todo lo posible para que los americanos tengan miedo de resistir a los empujones con los que nos llevan hacia la anarquía y la depravación. Una cosa que todo historiador honesto os dirá es que cada gran civilización pretérita que ha caído, presagió su muerte al aceptar la homosexualidad como algo “normal”.
Esta es la última frontera que separa a un colectivo humano de la anarquía social, pues sin esa clase de límites no hay código moral alguno y, por lo tanto, no hay ley. Ninguna democracia puede sobrevivir sin la moral e integridad de los individuos que la forman. El gobierno no puede obligar al pueblo a obedecer leyes que el mismo no respeta. Y si en estos momentos miráis a vuestro alrededor, veréis a una generación entera de personas que han alcanzado la edad adulta y no valen nada.
Esto se debe a que nuestros enemigos han corrompido en las escuelas las mentes y los corazones de nuestros niños durante generaciones, mientras estábamos ocupados en procurarles una vida digna. Hemos sido traicionados por aquellos a quienes dejamos al cuidado de las mentes de nuestros hijos. No hay castigo suficiente para esos monstruos, y si alguna vez recuperamos el control de nuestra tierra, habremos de juzgar y ejecutar por crímenes contra la Humanidad hasta el último profesor y administrador de la enseñanza pública del país, tanto del pasado como del presente. Y si de mí dependiese, la ejecución consistiría en una lenta y dolorosa muerte.
La gente me pregunta cómo pueden dormir por la noche esos asquerosos, y respondo que duermen de maravilla, pues los malvados carecen de conciencia. No sienten remordimientos ni arrepentimiento, y, de hecho, consideran sus acciones como un paso necesario hacia el comunismo global. El fin siempre justifica los medios para un comunista. No hay más que ver a Stalin; asesinó a cerca de 30 millones de rusos con el fin de sofocar el levantamiento de los patriotas que se enfrentaron a su poder. Pero nunca oiréis la más mínima mención de este horror en los medios de comunicación liberales; esto se debe a que los judíos que poseen todos nuestros medios de comunicación son pro-comunistas. Después de todo, fue un judío quien inventó la filosofía culpable.
Hemos de escuchar siempre un arroyo de meada y gemidos sobre el Holocausto de esos mismos bastardos, pero nunca se habla del verdadero holocausto de Rusia, Alemania y Dresde. Nunca. Al fin y al cabo, eso podría disminuir la tención sobre el lamentable estado de los pobres e inocentes judíos, los cuales nunca hicieron nada para merecer el odio del mundo entero en los últimos dos mil años.
¿Por qué nunca se mencionan los motivos de todo ese odio? ¿eh?. Porque exponerlos permitiría al mundo saber cuan malévolos y miserables son esos bastardos. Como dije en cierta ocasión, “Hay una razón para la repugnancia”. Los rasgos de los individuos y las razas reflejan el estado espiritual de esa persona o raza. Por supuesto, se trata de una creencia esotérica, pero de la que estoy firmemente convencido; la vida me ha enseñado que hay una gran cantidad de verdad en ella. Ciertas cosas nos provocan repulsa instintiva, y en su mayoría son peligrosas o diabólicas. Los judíos y las razas oscuras encajan en esa categoría, no me importa lo que otros digan.
Pero como estaba diciendo, el enemigo se ha hecho ahora abiertamente hostil y extremadamente ofensivo y perverso. Nos ataca a nivel legal, espiritual, moral, racial, financiero, político y social. Soy incapaz de creer algunas cosas dichas por los liberales en la radio, me recuerdan a como los americanos solían hablar de los alemanes durante la IIª Guerra Mundial… excepto que ahora NOSOTROS somos el enemigo. Y los invasores, maricas, comunistas, negros, islamistas radicales y judíos son los buenos.
¿Qué tejemanejes son éstos? ¿Por qué no embreamos y emplumamos en plena calle a esos malnacidos? Eso es pura rabia, amigos. Rabia en vuestra propia cara. No puedo encender la televisión sin visionar un programa que promueva las alegrías del mariconeo, la integración o lo malvado que es ser blanco. O como un predicador negro dijo el otro día en la televisión: “Los blancos son diablos innatos”. ¿Creéis que un predicador blanco saldría impune de una declaración semejante referida a negros y judíos?.
En este momento, se ha trazado una línea en la arena, y, como los equipos eligen a sus jugadores antes de la gran final, la gente se sitúa a un lado u otro, preparándose para lo que todos nosotros sabemos que pronto se manifestará en una guerra abierta. Y no os engañéis a vosotros mismos, muchos de nosotros morirán, tanto si luchamos como si no, ya que el enemigo posee el control de las fuerzas armadas y del erario público, y no pasará mucho tiempo hasta que empiecen a acorralar y ejecutar a tantos de los nuestros como puedan, en virtud de “razones de seguridad nacional”. Nos tildarán de “terroristas” y traidores. Por supuesto, nadie creerá esas afirmaciones, pero tampoco habrá medios para impedirlo.
Ese es el motivo por el que las tácticas de guerrilla serán la única forma de derrotar a esos malnacidos. Contaremos con la ayuda de la gente, cosa que el enemigo nunca tendrá. Estaremos a tiempo de derrocar y castigar a esos monstruos, y entonces no habrá piedad. Los aniquilaremos de una vez por todas, para que nuestra gente pueda finalmente vivir y prosperar en paz, sin preocuparse de que un demonio de nariz ganchuda intente apuñalarlos por la espalda movido por el odio y los celos.
En cierta ocasión, Adolf Hitler dijo algo profundamente sabio: “En la raíz de cada enfermedad social , no hay más que cavar unos pocos centímetros y encontraréis un gusano judío”. Son, literalmente, la raíz de todo lo que hay de maligno en el mundo, así como los verdaderos creadores del progresismo, el comunismo y el liberalismo. Podemos encontrar cada uno de esos problemas a los pies de estos monstruos.
La guerra sobrevendrá sin remedio, estemos preparados o no. Se está eligiendo bando y es muy evidente para los habitantes de esta nación y del resto del mundo que hay dos campos diametralmente opuestos en este país. Ambos bandos son muy claros en su hostilidad hacia el otro, y, personalmente, no puedo esperar. Tenemos una gran deuda que hacer paga a esos engendros causantes de tanta pena y maldad a lo largo del pasado siglo. Vamos a borrar de un puñetazo esa sonrisa arrogante de sus perversas caras ¿verdad que sí?. Es el momento de que limpiemos la casa de todos esos bichos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Intermedio Musical 3, Johannes Brahms


Todo Nacionalsocialista debe poseer una sólida cultura musical clásica, y es por ello que los dejo con Johannes Brahms, compositor alemán del periodo romántico, y su obra es Ein Deutsches Requiem.

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Libro 14, Frente Femenino CEDADE, "La Mujer en la Familia".


La mujer desempeña un papel fundamental en la supervivencia de la raza, y es por esto que publicamos este libro, editado por CEDADE en los 70's, y que tiene pena validez hoy en día.


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miércoles, 8 de septiembre de 2010

H.A. Covington, "¿Pero qué Deberíamos Hacer Harold?".



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¿Pero qué Deberíamos Hacer Harold?
Por Harold A. Covington
(Traducido por Bucelario)
El sábado 6 de febrero, llegó a mi buzón la carta de cuatro páginas de una lectora de Carolina del Sur que sentí merecía una respuesta. No reproduciré la carta aquí por no tener su permiso y ser demasiado extensa, así como por ser similar punto por punto a un comentario que envié a otro corresponsal no hará mucho tiempo, por lo que puede generar más calor que luz.
La estocada de su carta es doble: en primer lugar, se queja de que no explico “exactamente lo que espero que hagan los blancos” y, segundo, me dice que he fracasado, que no merece la pena que siga luchando, y que debería dejar de pedir a gritos que me envíe sus cartas y e-mails que tanto le perturban y disgustan, pues eso supone que ha de prestar atención a temas que le causan dolor y aflicción y sobre los que preferiría no pensar (dice mucho con estas palabras, y su franqueza le da crédito). Agrega que, conforme a una antigua práctica ritual, se ha unido a la muchedumbre que, cual lemmings, sigue a la última Gran Esperanza Blanca, un fenómeno que resultará familiar a los activistas experimentados. Cada pocos años, aparece un hombre sobre un caballo blanco (Pat Buchanan es un buen ejemplo) y promete a los camaradas blancos que hará lo que no osamos intentar por nosotros mismos, sin pedirnos nada salvo dinero y aplausos. Así pues, hemos de seguirlo como si fuésemos lemmings andariegos. La última gran esperanza blanca en esa cómoda posición es David Duke, que se encuentra en la cresta de la ola con la publicación de My Awakening, su autobiografía.
Y antes de que me lo preguntéis, si acaso sois devotos de las Grandes Esperanzas Blancas, pienso que podíais haber elegido opciones mucho peores que Duke. ¡Demonios, hemos elegido opciones mucho peores que Duke!. Al menos, Duke aún cree en la causa racial aria y ha logrado bailar claqué a través del campo de minas que es el Movimiento sin verse atrapado en las trampas, compromisos, corrupción y traición de federales y judíos, las cuales destruyeron a Metzger y Pierce como seres humanos; si bien, Duke estuvo cerca de ser condenado tras Ed Field durante el asunto Dominica en 1981. David Duke es, con mucho, el mejor de entre quienes todavía permanecen en pie del grupo de los años 70, lo que no significa que haya que ir en pos de él con tantas exclamaciones de admiración como podáis vociferar.
Estoy realmente interesado en las técnicas que la estructura de poder emplea para destruir. Duke no ocupa un sillón en el Congreso que todo el mundo admite –incluidos los medios de comunicación- podría haber obtenido en unas elecciones honestas. La idea de que el sistema electoral guarda la más mínima utilidad para el hombre blanco es en sí misma absurda, pero las elecciones aún ejercen una función propagandística. Si alguna vez encuentro a alguien interesado, podría intentarlo de nuevo en el futuro. El problema es que me resulta imposible efectuar una campaña electoral sin alguien que se tome la molestia de acudir aquí, a Texarkana, y echar una mano. Reflotar el Titanic parece una propuesta más sencilla.
¿Por dónde iba?, ah, sí, estaba respondiendo a la carta de la señorita de Carolina del Sur. Debido a su longitud, tendré que parafrasear punto por punto lo que en ella se dice; trataré de hacer con exactitud y equidad. No pretendo denigrar o insultar a esta señorita, su punto de vista es representativo hasta cierto punto de una actitud que es común en el Movimiento.
Erase una vez un libro…
Con mucha frecuencia, me encuentro con la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que verdaderamente quieres que hagamos?”, me la formula gente que me impele a ser “positivo” y “combativo”. Quiero que hagáis tres cosas. Volveré sobre esto en un minuto.
Es uno de los misterios menores del Movimiento el porqué mi respuesta nunca parece ser captada. Al repasar mentalmente los últimos cinco años, observo que he respondido a esta pregunta una docena de veces como mínimo, cuatro o cinco veces en letra impresa y al menos veinte veces en correos electrónicos, c-grams, etc. Respondo a dicha pregunta de una manera detallada en mayor o menor medida, y al cabo de una semana más o menos, nuevamente aparecen los lastimeros llamamientos de “¿Pero qué deseas que hagamos, Harold?”. En ocasiones, oigo esto 48 horas después de haber respondido. La razón se debe, o así lo creo, a que lo que os pido (a “vosotros”, el Movimiento como colectivo) exige que asumáis cierto grado de riesgo e incomodidad personal. El varón blanco tiene una extraordinaria facilidad para desligar sus actos de sus ideas, o desentenderse de situaciones en las que no desea comprometerse. Si no le gusta el programa, reacciona del modo típico del americano medio: pulsa un botón del mando a distancia y cambia de canal. Preguntáis, os doy mi respuesta, no os gusta lo que oís, así que cambiáis de canal hasta la próxima ocasión en que volváis a formular la pregunta.
Lo primero que debería indicar es que, durante todo el período de cinco años de existencia del NSWPP (II), dispusimos de algo denominado Manual de Partido que explicaba muy cuidadosamente, con detalle y precisión, lo que significaba exactamente la frase “no te atrapen con los pantalones bajados” y es lo que espero que hagáis para asumir la parte de carga racial de esfuerzo y resistencia que os corresponda. El manual exponía como actuar para crear una célula del Partido, que equipamiento se necesitaría, que actividades se debería desarrollar, como tratar con los medios de comunicación, como comportarse en caso de ser arrestado, etc. Y lo más importante, el manual explicaba lo que no se debía hacer, en un intento de ayudar a evitar los errores del pasado. La segunda edición del manual establecía una estructura organizativa del partido basada en la experiencia combinada de dos de las organizaciones clandestinas más efectivas del mundo, La Cosa Nostra y el Ejército Republicano Irlandés (IRA).
Centenares de copias de este manual se distribuyeron, en su mayoría de forma gratuita, a lo largo de ese período de cinco años que duró la actividad del NSWPP. Salvo por una magnífica y notable excepción, el Manual de Partido se ignoró por completo. La única salvedad fue el camarada Wagner, de Fort Worth (Tejas), quien durante dos años consolidó y puso en marcha lo que era casi un ejemplo a seguir, una célula del partido espléndidamente organizada y motivada compuesta por cuatro hombres, que seguía el manual casi al pie de la letra. Los resultados que logró fueron espectaculares; según recuerdo, se distribuyeron cerca de 100.000 panfletos y pegatinas, nuestro Forth Worth White Power Hotline informó de noticias nacionales en más de una ocasión y el equipo de la compañía telefónica se vio saturado cuando algunos mensajes que gozaron del favor del público llegaron a superar las 10.000 llamadas por hora. El único medio propagandístico de cierta envergadura que poseyó el segundo NSWPP estaba en Fort Worth. Una vez más, nuestro Movimiento obtuvo una demostración de que un solo hombre con dedicación puede mover montañas. Era un hombre que, he de admitirlo, tenía todas las razones legítimas de tipo personal, médico y financiero para estar al margen de la lucha, más razones de las que nadie tuvo. La célula sólo cesó su actividad cuando la salud de Wagner le hizo absolutamente imposible continuar, es imposible llevar a cabo la insurgencia política desde la unidad de cuidados intensivos de un hospital.
¿Qué fue del resto de aquellos cientos de ejemplares del Manual de Partido? Permanecen en centenares de cajones, mientras acumulan polvo, o posiblemente, en algunos casos, ocupan un lugar de honor en colecciones secretas de literatura racial en profundos recovecos o sótanos de la clase media, o guaridas, de los que saldrán únicamente para ser vistos por una o dos personas cercanas; casi de la misma forma en que viejos vestidos con impermeables sucios comparten la pornografía.
“¡Mira!” puedo oir en un excitado susurro. “¡Ahí está!¡Te lo dije!¡Una auténtica esvástica!¡Oh, mi corazón se desboca!”.
Finalmente, toda la pregunta “¿qué hacer?” se reduce a tres simples tareas básicas. En la práctica, creo que esas tres cosas son las que razonablemente podemos esperar del material humano del que ahora disponemos, aparte de la ayuda de Dios. ¡Tengo la convicción de que nuestra grandiosa raza tiene, como poco, el derecho a exigir esas tres cosas a alguien que conoce la verdad!.
Para que quede constancia, aquí expongo de nuevo los tres puntos que quiero que cumpláis en el desempeño de vuestro deber racial.
I.Hablar. Espero que habléis a vuestros prójimos blancos acerca de la raza, los judíos, Adolf Hitler, acerca de la gloria y el orgullo de nuestra propia raza. Quiero que plantéis cara abiertamente a la maldad y a la corrección política para hablar sin rodeos sobre ello en vuestro lugar de trabajo, vuestras escuelas, vuestras iglesias, en donde sea que se agazapen el mal y el odio por la cultura y la civilización blancas. No pido que cometáis hazañas ridículas. No pido que subáis a una mesa en vuestra sala de descanso y arenguéis a vuestros compañeros trabajadores u os convirtáis en una molestia constante. No pido que tengáis confrontaciones con quienes os rodean. Pero cada uno de vuestros compañeros de trabajo, cada miembro de vuestra familia y cualquiera con quien tratéis, debería conocer vuestras ideas políticas y raciales; y deberíais estar preparados, dispuestos y capacitados para defender vuestra raza, vuestra herencia, el Tercer Reich y lo que sea preciso defender sin más ni más.
Recordad: el silencio equivale a complicidad. Cuando permitís que el mal ocurra sin señalarlo, criticarlo o impedirlo, sois cómplices de ese mal, y convertiros en cómplices del mal mediante el silencio es un acto de cobardía. ¡Mostrad un poco de maldito coraje!. Cuando os enfrentéis a la corrección política, dad un paso adelante, abiertamente y en público, donde otros puedan veros y conocer vuestro nombre, y decid en voz alta: “¡Esto está mal! No puedo hacer nada por evitarlo, pero no permitiré que suceda ante mi silencio”. El nuestro es un genocidio silencioso y depende del silencio para llevarse a cabo.
Estamos donde estamos hoy, en buena medida, porque el varón blanco se ha acobardado y ha mirado hacia otro lado. ¡Se un hombre!. Rompe el silencio.
II. Tener contacto. En mi opinión, el peor aspecto del Movimiento en los últimos años es la idea que hemos adquirido de que podemos hacer todo sentados frente a un bonito, seguro y anónimo ordenador. La introducción de internet ha resultado ser el toque de difuntos de la última y rudimentaria actividad física que los racialistas blancos realizaban en posición vertical y al aire libre, y que consistía en la simple distribución de literatura. Casi nade hace eso actualmente; los blancos de sexo masculino (como opuesto a hombres) se sientan en casa con una cerveza fría en la mano y juegan con su ordenador.
Trataré con mayor profundidad el tema de internet en otra ocasión, por ahora baste decir que nos lleva a la inofensiva opción de interactuar con una máquina en lugar de con otros falibles seres humanos que puedan llegar a complicarnos la vida en diversos aspectos. Como muchos Dilberts[1], los blancos de sexo masculino temen cualquier contacto humano y huyen a su cubículo y a la pantalla de ordenador, lo que es un acto de cobardía, porque sólo un cobarde huye de la aspereza y las desilusiones propias de las emociones humanas, la camaradería humana y el conflicto humano. Siempre he pensado que una de las acusaciones más irrebatibles contra Bill Pierce fue la de su fuga a las montañas de Virginia occidental para escapar de los suyos, en un deliberado intento de hacerse tan inaccesible y difícil de encontrar como fuese posible, para no verse obligado a tratar con sus propios seguidores o a responder a preguntas embarazosas sobre la verdad de sus discutibles conexiones, la procedencia de algunos de sus ingresos, etc. Dispongo de más de un testimonio de primera mano de personas que condujeron durante centenares de millas para conocer al Gran Hombre en persona y cuando estaban a las puertas del recinto de Virginia occidental, se negaba a recibirles. En contraste con mi propia insistencia en que tantos de vosotros como sea posible acudan y me conozcan personalmente, hasta el punto de desplazarme a una ubicación geográfica central junto a una autopista interestatal para haceros esto más fácil.
No, señores, nadie puede propiciar cambios políticos o sociales desde un ordenador, como no puede hacerlo desde una dirección postal. Para disponer de alguna resistencia organizada, los blancos con conciencia racial han de conocerse en persona, mirarse mutuamente a los ojos, convertirse en amigos y camaradas, y ofrecerse apoyo y refuerzo mutuo; deben trabajar, adquirir vínculos y hacer planes en unión como si fuesen amigos, vecinos, hermanos y hermanas, y socializarse unos con otros en el más amplio sentido del término.
Una de las peores críticas hechas a nuestro Movimiento –muy cierta, por lo demás- es que es imposible para los individuos blancos de sexo masculino encontrar un camarada en sus propios círculos. Uno de los varios motivos de que esto sea así, es nuestro rechazo a todo tipo de contacto personal y humano. ¿Cómo podremos atraer mujeres blancas para la causa cuando ni siquiera intentamos reclutar a otros hombres blancos?. El prototipo de Dilbert blanco impera en el planeta; hoy, el Dilbert se esconde en su cubículo, se refugia en su interior y en su superior capacidad para crear su pequeño mundo propio en el ordenador, o en los libros o en el misticismo del neopaganismo pseudo-nórdico sin sentido. El blanco de sexo masculino necesita salir al mundo real y aprender otra vez el perdido arte de relacionarse con seres humanos de carne y hueso.
En el NSWPP, recibía una y otra vez e-mails y cartas, con frecuencia de jóvenes, chicos y chicas blancos convencidos de que estaban completamente solos en su angustia racial; literalmente, acudían a mí para que les diese nombres y direcciones de alguien que pudieran conocer físicamente en su área a fin de proporcionarles alguna clase de contacto y apoyo en su desesperación y aislamiento en este mundo dominado por lo políticamente correcto. Una y otra vez, había “camaradas” que vivían a media hora de distancia de una de esas personas y reaccionaban con ira y paranoia ante la mera sugerencia de que debían conocer a otro blanco con el objetivo de promover la causa que ambos afirmaban defender. En más de una ocasión, recibí histéricos e-mails exigiendo que se les eliminase de la lista de correo y se destruyese todo rastro de asociación con el Partido, porque mi solicitud de que realizaran el rudimentario acto de conocer a otro en un restaurante para servir a nuestra raza los había convencido de que yo era un agente infiltrado. El número de individuos blancos, especialmente jóvenes, que hemos perdido debido a la cobardía de otros mal llamados “nacional socialistas”, es algo en lo que ni tan siquiera quiero pensar. Docenas, como mínimo.
En cada nuevo partido que he fundado, se ha indicado que los miembros oficiales han de ser rigurosos en hacer cumplir las obligaciones financieras mínimas que son las cuotas. Soy de la opinión de que cuando se funda un nuevo partido, ha de quedar patente que el honor e integridad del ario han de exigirse a cada miembro, al menos como un mínimo grado de valor físico personal, y esto debería expresarse en la comprensión de que al unirse al partido se consiente en dar un nombre y dirección de contacto para poder transmitirlos a otros, así como en conocer a otras personas en vistas a actuar como reclutador. Hemos de empezar a impartir disciplina, integridad y conciencia de la propia valía entre nuestra gente. Debemos eliminar la despreciable cobardía que se expande entre los miembros masculinos de nuestra raza como una lepra espiritual. No animo a nadie a realizar cosas sin sentido, estúpidas y contraproducentes, pero reunirse con otros blancos para dar apoyo moral y camaradería no es algo estúpido o sin sentido. Es el primer paso para forjar una auténtica resistencia.
III. Resistir. Probablemente no he enfatizado lo bastante este tercer punto. Por “resistir” me refiero a vuestro compromiso con toda clase de actos manifiestos que atormenten, fastidien, desmoralicen, confundan y distraigan al enemigo racial. El chiflado ecologista de izquierdas alude a ésto como “la llave inglesa”, que es un término que hemos de adoptar. No os pido que demostréis sólo valor, sino también imaginación, ingenio, sutileza, inteligencia, capacidad de planificación, paciencia, vigilancia y observación, todas las virtudes del revolucionario, ¡y devolved los golpes!. ¿Por qué, exactamente, la Raza blanca ha de consentir pasivamente su propia destrucción?. No sólo nos prosternamos ante nuestros asesinos, pagamos las balas que nos matan, hablando figuradamente. Los dólares de nuestros impuestos, nuestra creatividad, nuestro trabajo y nuestra lealtad se han puesto al servicio del gobierno y de los parásitos alógenos que nos chupan la sangre. ¿Por qué tenemos que ayudar a sionistas y liberales a mantener el sistema que envenena nuestras mentes, cuerpos y almas hasta la muerte?. Para mí es algo tan obvio que estoy muy sorprendido por el hecho de tener que mencionarlo, pero aparentemente debo hacerlo.
A lo largo de la Historia, cada pueblo oprimido –con la excepción de los americanos blancos de sexo masculino- ha desarrollado alguna forma de resistencia pasiva adecuada a su cultura y las condiciones de ocupación y opresión que sufre. El campesinado irlandés desarrolló hasta la perfección la resistencia pasiva y el sabotaje frente a la casta terrateniente protestante, desde perjudicar a las mejores razas caballares hasta quemar graneros, pasando por toda una subcultura musical con algunas de las más conmovedoras e inspiradas canciones de rebelión que hayan salido del alma humana (¿dónde está la versión de “Four Green Fields” de los blancos americanos?, me pregunto). Los irlandeses resistieron. Los chilenos resistieron a Allende. Los alemanes resistieron a Versalles. Los británicos resisten hoy. La juventud de Europa del Este resiste. Los palestinos han resistido a los judíos durante cincuenta años. Los negros de Sudáfrica y el sur de los EEUU resistieron al hombre blanco de cien maneras diferentes a través de los siglos. ¿Por qué resultamos ser el único pueblo en la faz de la Historia que, bajo una opresión que amenaza toda nuestra existencia, parece incapaz de alzarse con algún tipo de resistencia?.
Este es un asunto que, claramente, va a requerir un panfleto o comentario especial, pero creo que si consideráis la situación detenidamente, amigos, seréis capaces de encontrar cuando menos media docena de formas con que infligir diariamente algún tipo de sufrimiento al Sistema, y vivir para luchar otro día. Mi clase favorita de “llave inglesa” siempre ha sido el sabotaje de los programas de acción afirmativa en el lugar de trabajo, al conseguir que los contratados de este modo queden como unos idiotas tan incompetentes que incluso la dirección políticamente correcta tenga que hacer algo al respecto (normalmente, dar la patada al simio), pero hay muchas otras cosas con que podéis hacer “la llave inglesa” de forma estupenda al statu quo liberal. Recomiendo a algunos de nuestros camaradas veteranos prestar atención a las fabulosas aventuras del sorprendente, demencial y maravilloso habitante de Los Ángeles apodado “la pasa de California”, informó al NS Bulletin hace algunos años de varias de las estrambóticas y cómicas actividades políticamente incorrectas a las que estaba dedicado.
La ética protestante golpea de nuevo
El segundo aserto de la señorita de Carolina del Sur es que he fracasado y debería tener la bondad de desaparecer y dejar de incordiar en vuestro banquete cual fantasma de Banquo[2] . Esto resulta interesante porque la “prueba” de mi fracaso que ella indica es, concretamente, que permanezco miserablemente pobre y sin blanca tras muchos años en el Movimiento. Me he encontrado anteriormente con esa idea, no es infrecuente en el Movimiento, pero nunca me había puesto a analizarla y es algo que debiera haber hecho. Hay una conexión entre ésto y la situación en que se encuentra la Raza Blanca, en cómo hemos terminado el siglo sumidos en la desgracia y servidumbre de las que somos los indisputables campeones mundiales.
A algunos os puede ser familiar aquello que los telepredicadores denominan “prosperidad teológica”, la idea de que si se demuestra la fe en Jesús a través de un acto de sacrificio (es decir, enviar los ahorros de tu vida al telepredicador), uno se verá recompensado con la gracia divina en forma de más bienes materiales que los donados. Los evangelistas televisivos que venden estas bobadas usualmente citan el versículo de la Biblia que habla de arrojar vuestro pan a las aguas y demás. Con toda probabilidad, habréis visto a los más evidentes e indecentes charlatanes leer cartas en voz alta o presentando ante su audiencia a idiotas con sonrisa de lobotomía que declaran: “¡Ah, envié al hermano Quijadadecerdo mil dólares destinados a la educación de mis hijos para que hiciese la labor que pide JEEEESÚS y tres semanas después, ah, conseguí un magnífico cadillac nuevo en una rifa!”.
Esta idea no es nueva. De hecho, la “prosperidad teológica” tiene una larga historia y se introdujo en la cosmovisión cultural de América desde una época muy temprana; se inició con los colonos puritanos de Nueva Inglaterra y también se conoce como Ética Protestante. Resumida a lo esencial y despojada del elemento bíblico, representa la idea de que la riqueza material está conectada de algún modo con la aprobación y gracia divinas. Los corolarios de esto son A) el éxito en la adquisición y atesoramiento de riqueza material es un signo del favor divino y la rectitud del individuo que consigue esa riqueza; y B) la pobreza es, por lo tanto, un indicador de la carencia de la gracia y el favor divinos, así como de la naturaleza esencialmente pecaminosa de la persona pobre.
El Cristianismo suele hacer referencia a “tener un pie en el cielo al morir”, pero esa deformación tremenda que es la “teología de la prosperidad” y que se da entre el segmento protestante de la religión es, de hecho, su reverso. Sostiene que Dios ama las golosinas que hay aquí, en la tierra, en esta vida, que las riquezas son lo que merece la pena y que la posesión de montones de golosinas terrenales es señal de rectitud. Creo recordar un versículo sobre un hombre rico comparado con un camello que pasase por el ojo de una aguja, pero no recuerdo nada sobre ser engañado por la banda del hermano Quijadadecerdo.
El Cristianismo auténtico, amémoslo u odiémoslo, fue una fe que nuestros ancestros encontraron totalmente compatible con la personalidad racial aria. Con la “teología de la prosperidad” tenemos la primera intrusión seria de un principio esencialmente judaico (la primacía de lo material sobre lo espiritual, o Mammon, como lo denominan los verdaderos cristianos) en el Cristianismo tradicional y la cultura occidental. La idea central es que Dios premia al hombre virtuoso con cosas, con riqueza y que, por ende, cualquiera que tenga muchas posesiones debe ser una buena persona. Curiosamente, uno de los más destacados defensores de este concepto a principios de siglo no fue otro que el mentor de Woodrow Wilson, Bernard Baruch, uno de los judíos con más poder que haya existido; si llegamos a vislumbrar una prueba de la conexión kosher, rara vez nos toparemos con una tan importante. Dado que la riqueza material puede y suele acumularse de modos deshonestos, crueles, traicioneros y vergonzosos, debería resultar obvio el desatino que supone la teología de la prosperidad. Todavía no hay una idea tan profundamente enraizada en la psique estadounidense como la creencia de que la pobreza equivale a fracaso. La nuestra es una cultura completamente materialista; cien años de control judaico de nuestro dinero, comunicaciones y educación lo han asegurado. Ahora, al finalizar este siglo con el período Clinton, los últimos vestigios de moral general o de principios han desaparecido; el materialismo y su sirvienta, el relativismo moral, son absolutos y están por doquier en esta sociedad como nunca antes en la historia de la Humanidad. Lo apreciamos todo en términos completamente materialistas, la vida moderna en la América políticamente correcta es una caja registradora y nada más. Cuando la señorita de Carolina del Sur me tacha de fracasado por ser pobre, está enteramente en lo cierto desde el punto de vista comúnmente aceptado a finales del siglo XX, o de antes, realmente.
Recordadlo, esto es América, donde la pobreza se contempla como un fracaso, sin importar su causa o si (como es mi caso) es voluntariamente aceptada.
Los judíos están de acuerdo ¿lo sabíais?
Por extraño que parezca, la señorita de Carolina del Sur tiene a gente de está de acuerdo con ella, como es el caso de algunos judíos del Centro Simon Wiesenthal. También desean que me calle y desparezca.
Sin entrar a hacer una larga digresión sobre la locura de Usenet o los últimos tres años, es preciso señalar dos cosas. Primero, tengo conocimiento de que un gran número (aproximadamente 40.000) de post “Odia a Harold” en Usenet aparecidos durante los últimos 36 meses son obra de un equipo de unas cuatro personas cuyas identidades se desconocen y permanecen ocultas detrás de una serie de firewalls, e-mails con pseudónimo, reenvíos anónimos de e-mails y así sucesivamente. No me refiero a la infame “cyber-célula” de la National Alliance, cuyas identidades y procedencia son conocidas; pero en torno al 50% de los post que aparentemente no provienen de la NA son anónimos y hacen gala de una considerable familiaridad con mi pasado y presente, fragmentos específicos de información que obviamente proceden de informantes o de acceso a las escuchas telefónicas del gobierno, acceso a la información de la vigilancia a la que se me somete en mi actividad de caza, el último período veraniego, etc. Mi dinero se encuentra en el Centro Simon Wiesenthal porque, como admitieron hará ocho meses en uno de sus boletines internos, realizan operaciones encubiertas en internet contra quienes consideran enemigos del pueblo judío, y los medios de comunicación hablaron del caso, para gran disgusto del Centro Simon Wiesenthal. Sólo puedo decir que encuentro muy halagüeña la atención que el Centro dedica a mi humilde persona. Aparentemente, tienen en más alta consideración mis talentos que muchos de los nuestros.
En segundo lugar, al estudiar los post de “Odia a Harold” que parecen de origen judío (como opuestos a los de la NA, los cuales son simplemente necios gritos de odio y amenazas contra mí), está claro que quienes lo hacen están organizados y siguen una serie coherente de “temas de conversación”, en un intento de establecer tanto ideas ciertas como rumores a cerca de mí para formar una opinión general y envenenar la atmósfera alrededor de mi nombre, entonces preparan su sopa en internet mediante la repetición constante (por ejemplo, en 1997, durante unos dos meses, hubo toda una campaña seria que me acusaba de ser el auténtico Unabomber[3]). Esta es una cuestión fascinante (bueno, lo es para mí, claro está, por obvias razones), pero voy a resistir valerosamente la tentación de desviarme del tema que nos ocupa y sencillamente señalaré la constante actividad judía en Usenet a torno a mí desde que llegué a Texarkana. Nuestros anónimos moscardones kosher de internet, de hecho, siguen la misma línea que la señorita de Carolina del Sur: “Covington está acabado, Covington no es más que un holgazán desempleado, Covington está en la ruina y ni siquiera tiene un coche; ja, ja, ja, mirad a ese miserable fracasado de Covington; ja, ja, jo, jo, no seáis tontos, no apoyéis a ese perdedor”, etc. En vista de que los judíos han inventado el materialismo puro como sustituto de la espiritualidad, apenas me sorprende que juzguen mi vida y obra de esa manera, lo que realmente me sorprende –y lamento decirlo- es que también lo hagan muchos blancos. Los judíos nos han adoctrinado bien, amigos míos.
Todo cuanto puedo responder es que no creo que sea justo o correcto juzgar el valor de un ser humano por su capacidad en obtener y acumular grandes cantidades de riqueza material, especialmente en una sociedad como la nuestra, donde la corrupción individual, moral y financiera ha llegado a ser virtualmente total.
Sí, en ese sentido hay algo que es legítimo: un empresariado de buena fe en el que un hombre exhibe diversas virtudes positivas, tales como diligencia, economía, visión e inteligencia, en la obtención de una fortuna personal. Ese tipo de clase empresarial está casi muerto actualmente. El presente sistema económico, la estructura fiscal y la cultura lo han eliminado en gran medida. Todavía se puede encontrar esporádicamente al millonario hecho a sí mismo, pero supone una rareza. En nuestra sociedad, lo más ricos heredan su dinero, procedente de acciones o inversiones en las instituciones del capitalismo, o, con mayor frecuencia, consiguen sumas de dinero absolutamente obscenas gracias a la manipulación de trozos de papel, números e información. Es escasísima la gente acaudalada que alcanza esa situación mediante la auténtica producción o la contribución con algo que tenga un valor real para la sociedad.
Eres un cretino, Harold
En mi caso particular, se me ha interrogado con una pregunta en distintas ocasiones a lo largo de los últimos dos meses, a veces con casi estas mismas palabras: “Harold, ¿por qué diablos no guardaste algo de esas donaciones para ti para cuando viniesen malos tiempos?, de haberlo hecho no pasarías hoy estos apuros”. Bien, la razón por la que no lo hice es muy simple: no recibí esas donaciones para tal propósito, y no haré nada parecido a robar. He dado esta respuesta es numerosas ocasiones y se ha recibido con un asombro perplejo. Un joven me preguntó de forma muy seria: “Muy bien, ¿qué quieres decir?”.
Podéis ver cuan corrupto y envilecido ha llegado a ser el americano blanco, incluso aquellos que son racialmente conscientes, que asumimos que todo el mundo está igual de corrompido y nos causan una genuina sorpresa las raras ocasiones que tropezamos con alguien que no lo está. Aparentemente, algunos de vosotros me habéis dado vuestro muy apreciado apoyo financiero durante los últimos cinco años con la expectativa de que no robase una parte, y cuando averiguáis que no robo, vuestra reacción es de duda y desilusión. Algunos, evidentemente, sentís que habéis dado vuestro respaldo a un cretino, a alguien demasiado estúpido como para llevarse dinero de la caja cuando la oportunidad se presenta. Un hombre me dijo con estas mismas palabras: “Por Dios, Harold, estás bien entrado en la mediana edad y necesitas quedarte con lo que llegue a tus manos”.
La pobreza aria, renunciar deliberadamente a los bienes materiales de los judíos y al modo de vida que nos hace más vulnerables y propicia que seamos víctimas de la estructura de poder.
Cualquiera que pretenda pelear por nuestro pueblo debe conseguir una total seguridad económica. En otro tiempo, lo conseguíamos (algunos de nosotros) mediante la creación de nuestros propios negocios para no tener así un patrón, y eso fue bien hasta cierto punto, pero no demasiado bien. Podemos ser capaces de acumular riqueza que nos pertenezca, y eso es bueno, pero el objetivo sigue siendo disponer del suficiente dinero como para vivir por encima del mínimo necesario para subsistir, aunque no se disponga todavía de una seguridad económica completa. Porque como sabéis, un hombre blanco no es más que un desdichado a los ojos de la tiranía en la medida en que tiene algo que perder, sea una casa, un coche, una cuenta bancaria, clientes para su negocio, una familia con necesidades, esposa e hijos que puedan ser amenazados en caso de que él cruce una línea, tanto como si trabajase como un Dilbert en su cubículo directamente para la Besuqueonstein International. Cuando se tiene algo que perder, sea lo que sea, se puede ser chantajeado con la pérdida del bienestar material. La única forma verdadera de prevenir esta situación es dar forma a tu vida desde la óptica del deber racial y adoptar un sistema de creencias fundamentado en valores espirituales, que pueden ser el Nacional Socialismo, la Identidad Cristiana o cualquier otro, hasta que el dinero y las cosas de este mundo pierdan su importancia.
Una de las razones por las que los judíos nos entrenan y condicionan cuidadosamente para ser tan materialistas, es que de esta manera pueden manipularnos, amarrarnos por el cuello, controlar nuestro comportamiento e incluso nuestros pensamientos gracias a su habilidad para despojarnos de nuestros preciosos trabajos y nuestro dinero, arrebatarnos nuestros lujosos hogares, y el sillón, y el televisor y el suministro de cerveza fría, todo ello tan bueno que nos convertimos en menos que hombres a fin de conservarlo. Desde el mismo nacimiento se nos adoctrina por cien métodos subliminales: Hymie lleva esto y Hymie trae lo otro, y maldito sea el nombre de Hymie o de otro cualquiera. Los judíos no han aherrojado con cadenas de oro, y es un deber hacia nuestra gente, hacia nosotros mismos y hacia Dios romper tales cadenas. Hemos de dar una patada al oro y pisotearlo, para así caminar libres y pobres bajo el sol.
Os he hablado de las posesiones materiales como de una herramienta y un arma para pelear por las Catorce Palabras, y volveré a hablar de ello en el futuro. No creo haber dicho nada tan poco racional como para merecer que me paséis por las armas. Nunca he robado o escondido un mísero centavo que me dieseis, y nunca lo haré. Si eso me convierte en un fracasado, entonces lo soy. Y en palabras de Rhett Butler, concluyo en provecho de la señorita de Carolina del Sur: “Francamente, querida, me importa un bledo”.



[1] Con el término Dilbert se hace referencia a la persona que acostumbra a utilizar el ordenador la mayor parte de su tiempo. El nombre procede del protagonista de una tira cómica homónima (N. del T.).
[2] Personaje de la obra teatral Macbeth de William Shakespeare. Amigo del protagonista, muere asesinado a manos de éste y su fantasma se aparece para atormentarlo (N. del T.).
[3] Apodo con que se conoce al terrorista estadounidense Theodore Kaczynski, que pretendía combatir la tecnología a la que acusaba de destruir la libertad humana. Culpable de enviar cartas-bomba a lo largo de 18 años, con un resultado de 3 muertos y 22 heridos. Actualmente en prisión (N. del T.).