miércoles, 30 de junio de 2010

Película 1, "El Triunfo de la Voluntad".


"
Triumph des Willens" ("El Triunfo de la Voluntad") es una película dirigida por Leni Riefenstahl y estrenada en 1935, la cual muestra el desarrollo del Congreso del NSDAP del año 1934; y es considerada, incluso por nuestros enemigos, como una obra maestra de la propaganda.

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

Parte 5

Parte 6

Parte 7

Parte 8


(Todas las partes son necesarias para extraer el archivo)

martes, 29 de junio de 2010

H.A. Covington, "Adolf Hitler. Un Testamento Personal".





Adolf Hitler. Un Testamento Personal
H.A Covington
(Traducido por Bucelario)
Siempre he sabido que Hitler tenía razón. Incluso cuando yo no era más que un niño y no tenía la menor idea de en qué consistía el Nacionalsocialismo, creo haber reconocido instintivamente que nada era como tenía que ser en la sociedad en que he crecido, y que nadie ha sido temido, odiado e injuriado por las autoridades de dicha sociedad como Adolf Hitler.
Cuando jugaba a la guerra con otros niños en mi Burlington natal, en Carolina del Norte, yo siempre quería pelear en el bando alemán. Esto no era algo inusual, había otros chicos como yo que llevaban esvásticas en las cubiertas de sus libros escolares y aclamaban a los alemanes cuando veían programas de televisión como Combat o The Gallant men. Había algo en las siluetas de esos cascos teutónicos en forma de cubo que estremecía sobremanera nuestras almas. A menudo me he maravillado de que eso ocurriese, pues al ser tan jóvenes desconocíamos en qué había consistido la guerra o que proponía el NSDAP, y, de hecho, estábamos constantemente sometidos a un bombardeo de propaganda anti-NS, en un momento en que la guerra permanecía en la memoria como algo muy reciente. Pienso que se debe a algún tipo de innata facultad moral en los nuestros, que los arios nacen con ella; la cual reconoce por instinto la diferencia entre verdad y mentira, entre el bien y el mal. Es de lamentar que no haya más de nosotros capaces de retener esa facultad en la vida adulta.
Una vez crecí lo suficiente como para entender un poco mejor las cosas, mi temprana admiración y fascinación de la infancia hacia el Tercer Reich y la dinámica figura de Adolf Hitler no hicieron sino crecer; así me di cuenta de que mis instintos iniciales habían sido los correctos. Ni una vez, ni siquiera cuando no era más que un niño que leía sus primeros libros sobre la Segunda Guerra Mundial, creí en el mito del Holocausto. No tenía la más lejana idea de lo que significaba la palabra “logística”, pero suponer que una nación que luchaba por su existencia pudiera dedicar inmensos recursos, tropas y tiempo a un acto sin sentido de exterminio en masa, era algo ostensiblemente ridículo. Deseché la historia del Holocausto como la típica propaganda de guerra y busqué datos.
Cuando tenía unos diez años, conocí por vez primera a un veterano de guerra alemán, se trataba del amigo de un amigo de la familia. Era un atractivo y talentoso artista de mediana edad, residente en Greensboro, a quien, en caso de que aún viva, llamaré Johann. No lo sabía, pero Johann había sido un Fallschirmjäger durante la guerra. En un cocktail nocturno, un paleto gritón detallaba minuciosamente como había disfrutado vapuleando al viejo Hitler y ganando la guerra él solo. Describía alguna batalla acontecida en Italia y dijo: “… Entonces, ¡los malditos, condenados y asquerosos paracaidistas cayeron desde el cielo!”
Johann hablo en voz alta desde una esquina. “Ja” dijo. “Lo recuerdo. Os asustamos y echasteis a correr”. El estúpido palurdo guardo un silencio notorio durante lo que quedó de la noche.
Yo estaba fascinado. Allí estaba realmente un hombre que había portado aquel caso y aquel uniforme, con el águila y la esvástica que había visto en el cine y la televisión. Tan pronto como me fue posible, llevé a Johann a un rincón apartado y le pregunté con excitación: “¿Llegaste a conocer a Adolf Hitler?”. “No, no personalmente” contestó sonriente. “Pero lo vi en muchas ocasiones. Soy de Nuremberg, donde se realizaban las grandes concentraciones, y, anualmente, el Führer pasaba bajo la ventana de mi casa en su coche descapotable. En cierta ocasión, alzó la vista y me vio cuando estaba asomado a la ventana, y sonrió. Más tarde, ingresé en las Juventudes Hitlerianas y le escuché hablar”. Johann permaneció callado un instante y añadió: “Cuando oigas sus palabras, creerás que era un dios”. Años después, escuché las palabras de Hitler, y lo creí. Todavía puedo oírlas.

jueves, 24 de junio de 2010

H.A. Covington, "La Montaña ha Caído".





La Montaña ha Caído
Oración de Harold Covington en el funeral de Robert Miles
(Traducido por Bucelario)
El 16 de agosto de 1992, un gigante partió de entre nosotros cuando Robert Miles falleció a la edad de 67 años; tres meses y un día después de la muerte de su amada esposa, Dorothy. El hueco que ha dejado en nuestras filas no será fácil de llenar.
A lo largo de unos cuarenta años, Bob Miles tuvo un papel dirigente en el movimiento blanco de resistencia de América; su coraje y visión le supusieron un renombre mundial entre muchos amigos y enemigos del hombre ario por igual. Bob soportó los repetidos ataques; una vida de severa pobreza e incesante privación; seis años de injusta prisión por culpa de un falso testimonio en el peor agujero del sistema carcelario americano, así como un vergonzoso intento de volver a encarcelarlo en 1987 mediante un falso cargo de sedición; décadas de espionaje y acoso; el encarcelamiento y asesinato de amigos y familiares; y una avalancha de injurias y difamación mediáticos sin parangón en los anales de la prensa amarilla.
Nunca lo doblegaron. Bob Miles hizo frente y resistió cada ataque, cada padecimiento que este malévolo régimen le infligió. Y lo hizo con un sereno coraje, una calmada dignidad y un irresistible encanto y humor que, más que cualquier cosa dicha o escrita por él, enfurecía a los judíos y a sus babeantes lacayos del gobierno de los Estados Unidos.
Bob Miles comprendió claramente algo que muchos han perdido de vista en nuestro Movimiento, a saber, que la muerte no tiene tanta importancia. Es un hecho inevitable de la existencia, hemos de tomarlo con filosofía y aceptarlo con dignidad llegado el momento. Lo que importa es como vives, lo que se deja atrás en una senda de conocimiento acumulado, experiencia y ejemplo moral. Para todos nosotros y los camaradas del futuro, no habrá modelos de conducta más recios y admirables que Bob Miles.
Más que ningún otro nacionalista racial blanco en fechas contemporáneas, Bob vivió su simple y poderosa filosofía, a la que se refería en ocasiones con el nombre gaélico de sinn fein, “sólo por nosotros mismos”. Lo que es una gran franqueza por parte de Bob. El ario es el pináculo de la Creación divina: no necesitamos nada de lo que otra raza o cultura pueda ofrecernos a cambio de mestizarnos. Todo lo que es necesario para preservar nuestra raza y asegurar el futuro bajo las estrellas de nuestra simiente, es reconocer quiénes somos y tener la fuerza de voluntad espiritual para decir “no” a cada envenenado cáliz y cada podrida golosina con los que los judíos insisten que nos alimentemos.
Bob entendió cual es el principio básico que contiene la clave de toda nuestra lucha; y que resulta increíblemente difícil de comprender para muchos de los nuestros, y que algunos de entre nosotros nunca llegarán, realmente, a comprender. Los judíos no son el problema, como no lo son los negros, los hispanos, los políticos, los banqueros internacionales, los comunistas o cualquier otro grupo de nuestros adversarios raciales. El problema somos nosotros. Nuestra flaqueza, nuestra indolencia, nuestra profunda cobardía moral, nuestra escasa disposición a colocar nuestros cuerpos físicos y bienestar en una posición de riesgo, tal como hizo el propio Bob sin miedo o vacilación.
Cuando nos miramos en el espejo, vemos a nuestro enemigo. Pero si ese enemigo resulta demasiado fuerte, podemos ver a Bob Miles de pie tras nosotros, con una sonrisa en el rostro y la mano en nuestro hombro para guiarnos, inspirarnos y fortalecernos, como siempre hizo mientras vivía.
En los tiempos de la Antigüedad céltica, cuando un gran rey de Tara moría, se despachaba mensajeros en veloces carros a lo largo y ancho de Irlanda, desde Antrim, en el norte, a Kerry, en el suroeste. Y en cada pueblo, encrucijada o ciudadela a la que llegaban, esos emisarios clamaban: ¡La montaña ha caído¡
Nuestra montaña ha caído, pero su espíritu permanece, y es fuerte.

martes, 22 de junio de 2010

Intermedio Musical 2, Richard Wagner.

Grabado por el Swedish Royal Choir en el año de 2003, esta recopilación presenta fragmentos de Die Meistersinger von Nüremberg (Los Maestros Cantores de Nüremberg), Der fliegende Holländer (El Holandes Errante), Tannhäuser, Lohengrin, Rienzi y Parsifal.

Cd 1

Cd 2

lunes, 21 de junio de 2010

H.A. Covington, "Asesinato Ritual Judío Chicago 1955".





Asesinato Ritual Judío Chicago 1955
Por Harold A. Covington
(Traducido por Alrun)
La comunidad judía en Chicago, una de las más ricas en el mundo, siempre ha ejercido un grado extremadamente poderoso de influencia detrás de escena en la Ciudad de los Vientos, una influencia tan persuasiva y poderosa (si no lo es más) como la de los sindicatos italianos del crimen organizado, y más siniestra por ser mucho menos visible.
Entre octubre de 1955 y diciembre de 1956, un total de cinco niños blancos, tres niños jóvenes incluyendo dos hermanos y un amigo y dos hermanas adolescentes, fueron secuestrados y asesinados en una manera que sugería sacrificio ritual judío, el objeto litúrgico del cual es obtener sangre Gentil para mezclarse con el matzoh usado en varias ceremonias esotéricas judías como el Purim, Passover, y el Kol Nidre en Yom Kippur. Las víctimas de asesinato fueron John y Anton Schuessler Jr, Robert Peterson, y Barbara y Patricia Grimes. Ambos casos permanecen oficialmente sin resolver a pesar de miles de horas-hombre de investigación por la policía de Chicago. El caso Grimes de hecho fue presentado en un episodio de Misterios Sin Resolver hace varios años, pero el show no produjo pistas siguientes.
Los casos comparten ciertas características en común. Los niños, de edades de 14, 13 y 11 respectivamente, y las chicas de edad 12 y 15 fueron encontrados desnudos, pero ninguno fue asaltado sexualmente. De acuerdo con los reportes de Patología ellos fueron conservados vivos por algún tiempo después de que fueron reportados desaparecidos, sin embargo el inusualmente frio clima al cual los cuerpos de las chicas fueron expuestos impedía fijar una hora exacta de la muerte. Los cuerpos mostraban marcas de ligaduras en las muñecas y tobillos, indicando que habían sido atados o coaccionados. Todas las víctimas habían sido torturadas mayormente con cortes y punciones pequeños y superficiales, ninguna de las cuales suficiente para causar la muerte por sí misma. La causa oficial de muerte fue consignada como pérdida de sangre y shock debido a pérdida de sangre, sin embargo parece que Bobby Peterson, de 14 años, se resistió a sus atacantes y fue golpeado en la cabeza con un instrumento romo y estrangulado hasta la inconsciencia por manos fuertes con “uñas como garras” que dejaron marcas en su garganta. Todos los cuerpos de los niños fueron “drenados de sangre”.
Peculiaridades posteriores fueron observadas en el patrón de tortura. Las dos víctimas femeninas fueron atormentadas por repetidas heridas punzantes en el torso superior, muslos y nalgas, sugiriendo un elemento sádico sexual en las motivaciones de los asesinos, pero las dos jóvenes victimas masculinas, los Schuesslers, habían sido paralizadas a través de las manos, muñecas y pies por armas largas similares a clavos o punzones de carpintero, infringiendo heridas bastante similares a los llamados estigmas, las heridas de Cristo. Los ojos y las bocas de los niños también fueron mutilados en una manera nunca comentada al público.
Otro aspecto forense interesante en el caso fue que las heridas de los niños contenían trazos de un grano no especificado, entre otras cosas. ¿Harina para el matzoh? Patrones de piso de estera incrustados en la carne de una de las victimas indicaban que su cuerpo fue transportado en un automóvil Packard, un auto de lujo popular entre la gente más rica de la época que no fue fabricado más y que indicaba alguien con dinero suficiente para comprar y mantener semejante vehículo de lujo.
Lo que es interesante sobre estos casos no es el misterio sin resolver en sí mismo, sino ver las exageraciones a las cuales los judíos llegan para cubrir cualquier incidente sospechoso de asesinato ritual. Dado el intenso interés del público en el caso hubo, por supuesto, bastante cubrimiento por parte de los medios de comunicación. El Chicago Daily News publico una edición de la tarde detallando la naturaleza ritual de las heridas y especulando que miembros de un “culto religioso” podrían estar envueltos. A los diez minutos de que la edición llegara a las calles, fueron enviados camiones a recogerlas y traerlas de vuelta; todas las copias fueron sacadas de las estanterías y traídas de vuelta al edificio del News donde fueron quemadas.
Ocho copias de la edición fueron obtenidas por una mujer llamada Lyle Clark Van Hyning que publicaba un periódico conservador llamado Women’s Choice. Cuando ella llamó al Daily News para preguntar porque el periódico fue retirado le dijeron que había “quejas” sobre él y que podrían causar “malestar racial”. La señora Van Hyning tenía sus propias sospechas y envió al padre de los dos niños asesinados, Anton Schuessler, una copia del trabajo definitivo “Asesinato Ritual Judío” de Arnold Leese.
Schuessler leyó el folleto y quedo aturdido por lo que aprendió. El entonces cometió el error de ir a la policía y solicitar que se indagara el ángulo de un asesinato ritual en la investigación por la muerte de sus hijos.
El Sheriff de Cook County en ese tiempo era un judío llamado Joseph Lohman, y él inmediatamente puso al señor Schuessler bajo arresto por sospecha en el asesinato de sus propios hijos. Un comisario judío llamado Horowitz fue enviado al hogar Schuessler con una partida de hombres; habiendo saqueado la casa buscando “evidencias”, Horowitz entonces puso a la señora Eleanor Schuessler y a su familia bajo un virtual arresto domiciliario, prohibiéndoles abandonar la casa o hablar con cualquiera en el teléfono para que no “difundieran rumores sobre los judíos”. Los dos detectives a cargo del caso, tenientes irlandeses James Lynch y James McMahon se quejaron después furiosamente que los investigadores de Cook County enviados por Lohman habían destruido evidencia, amenazado y manipulado a los testigos, y en general habían impedido cada vez sus esfuerzos por resolver el caso.
Anton Schuessler tomo la prueba del detector de mentiras, la cual lo mostró completamente limpio, así como probó que el tenia una sólida coartada para los asesinatos. En vez de liberarlo, las autoridades lo enviaron a una institución mental privada en Des Plaines, Illinois, operada por el judío Dr. Leon Steinfeld. El señor Schuessler fue apresurado directamente a ser tratado con electroshocks, donde murió la misma tarde en que llegó al “Sanatorio”.
Hubo suficiente lamento público sobre la extraña muerte del desconsolado padre que una investigación pública sobre el caso Schuessler fue celebrada y el Dr. Steinfeld forzado a testificar. El afirmo que Anton Schuessler estaba sufriendo de “alucinaciones” y “ilusiones paranoides” acerca de “cierta gente que estaba afuera para atraparlo”. Steinfeld alegó que Schuessler había muerto de un ataque al corazón (Schuessler tenía 42 años y no tenia historial previo de problemas cardiacos).
En 1955, e incluso en Chicago, aun había algunos oficiales honestos, uno de ellos era el Forense de Cook County, un viejo irlandés llamado Dr. Thomas McCarron, que era también psiquiatra calificado. McCarron conocía al Dr. Steinfeld desde hacia tiempo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Steinfeld había sido procesado por darle a jóvenes judíos varias drogas legales e ilegales que podrían darles fibrilaciones cardiacas, llenar sus pulmones de líquido para simular tuberculosis, darles mal color de piel, etc, para que ellos pudieran evadir el servicio militar. Steinfeld cobraba US$2000 por cabeza de cada uno de los pequeños judíos hijitos de mama que el escabullía de tener que enfrentar el duro y frio acero de los Nazis.
El Dr. MacCarron llamo a Steinfeld mentiroso y charlatán y entrego todos los documentos del caso al Fiscal de Distrito, recomendando que Steinfeld fuera procesado por perjurio y asesinato. El también denuncio a Steinfeld ante la prensa e hizo publicidad a su opinión de que el señor Schuessler había sido asesinado. En respuesta el recibió una orden oficial del Fiscal de Distrito para que no hiciera más comentarios públicos sobre el caso. Algunas noches después, para enfatizar la naturaleza seria de la advertencia, una pequeña bomba voló la puerta frontal de la casa de McCarron.
Pero hubo algo de justicia tardía. Algunos días después de que la investigación fuera cerrada, Leon Steinfeld abandono el país. El voló a Suiza para un “descanso reparador” y una mañana fue encontrado colgado en su habitación de hotel, aparentemente un suicidio. El columnista judío Irv Kupcinet estableció un “fondo de simpatía” y poco después se presento a la viuda del señor Schuessler, la madre de los niños asesinados, con US$ 100.000 recolectados de la comunidad judía de Chicago –una inmensa suma de dinero en 1955-1965, que equivaldría fácilmente a un par de millones hoy, y un gesto verdaderamente extraño de parte de los judíos para una víctima gentil, y alemana además, a menos que sea para comprar su silencio–.
Hubo una muerte mas conectada con este horrible caso. El autor británico Arnold Leese fue proveído por sus corresponsales en Chicago con cantidades masivas de recortes de noticias e información, incluyendo una transcripción de la investigación, y estaba trabajando en un relato definitivo del caso Schuessler como uno de los mejor documentados incidentes de asesinato ritual judío en tiempos modernos cuando repentinamente murió en la primavera de 1956. Ninguno de los documentos del caso Schuessler en los que estaba trabajando y que el mostro a un número de amigos y visitantes fue encontrado entre ninguna de sus posesiones que fueron inventariados después de su muerte. El último cabo suelto había sido atado.
Uno observa esas pequeñas y tristes caras en los empaques de leche hoy, y no puede evitar preguntarse….

viernes, 18 de junio de 2010

Los Diez Principios del Soldado Alemán.





(una muestra de como se pelea una guerra con honor)
Los Diez Principios del Soldado Alemán
Mientras está luchando por la Victoria el soldado alemán deberá observar las reglas de combate caballeroso:
1. Crueldades y destrucción sin sentido estado debajo de su nivel.
2. Los combatientes deberán estar en uniforme o vestir identificaciones introducidas especialmente y claramente distinguibles. Luchar en ropas de civil o sin las mencionadas identificaciones está prohibido.
3. Ningún enemigo que se haya rendido será asesinado, incluyendo partisanos y espías. Ellos deberán ser duramente castigados por las Cortes.
4. Los Prisioneros de Guerra no serán maltratados o insultados. Mientras que las armas, mapas y registros serán retirados de ellos, sus posesiones personales no serán tocadas.
5. Balas Dum-Dum están prohibidas, y también ningunas otras balas serán transformadas en Dum-Dum.
6. Instituciones de la Cruz Roja son sacrosantas. Los enemigos heridos son para ser tratados en una forma humana. Personal médico y capellanes del ejército no serán obstaculizados en la ejecución de sus actividades médicas o clericales.
7. La población civil es sacrosanta. Ningún saqueo o destrucción sin sentido está permitido para el soldado. Lugares de interés histórico o edificios que sirven para propósitos religiosos, artísticos, científicos o de caridad son para ser especialmente respetados.
8. Entregas de manera amable, así como servicios prestados por la población pueden solo ser requeridos bajo orden superior y solo contra prestación.
9. Territorio neutral nunca será violado, o traspasado por aviones, o se disparará hacia él; el no deberá ser objeto de actividades de Guerra de ninguna clase.
10. Si un soldado alemán es hecho prisionero de guerra el deberá decir su nombre y rango si le es preguntado. Bajo ninguna circunstancia revelará a que unidad pertenece o dará ninguna información sobre el ejército, la política o la economía alemana. Ni promesas ni amenazas podrán inducirlo a hacerlo.
Faltas contra las materias de deber serán castigadas. Ofensas enemigas contra los principios 1 a 8 serán reportadas. Represalias solo son permisibles bajo órdenes superiores.