Harold A. Covington
(traducido por Bucelario)
Nuestro movimiento tiene un gran talento: somos unos verdaderos ases en demostrar como no hay que resistir a la tiranía y el genocidio.
Esta aseveración es sarcástica sólo a medias; las lecciones negativas pueden beneficiarnos si podemos aprender de ellas, una habilidad que no parecemos capaces de desarrollar. La noticia más reciente es que un “grupo paramilitar americano” ha sido desarticulado en Canadá –de todos los lugares posibles-, adiestrándose en algún lugar de los bosques del norte, con (por supuesto) un arsenal de armas que se encuentra ahora confiscado. Según el grado de corrupción existente en el RCMP o en las unidades provinciales de policía implicadas, las pistolas se destruirán o bien se venderán a criminales en el mercado negro. Se puede tener la certeza de que ninguno de esos cartuchos se disparará jamás contra el enemigo racial. No conozco más detalles, no necesito conocerlos. Todos nosotros hemos escuchado la misma historia antes.
Bien, soy consciente de que ninguno de vosotros –paramilitares, survivalist[1]o aspirantes a ser la nueva The Order que pululáis por ahí fuera- me va a prestar atención. A lo largo de los años, he llegado a aceptar que los dioses me han afligido con la maldición de Casandra, digo la verdad y os entra por un oído y sale por el otro. No obstante, mi deber es hablar.
Voy a explicar algunas cosas acerca de la guerra de guerrillas. Tengo, con mucho, más derecho a hablar sobre este tema que el 90% de vosotros. He servido en dos ejércitos y en dos guerras, y he vivido en tres países (Rhodesia, Sudáfrica e Irlanda) que han experimentado la insurgencia guerrillera; por añadidura, estudiar historia, política y movimientos revolucionarios ha sido una vocación constante en mi vida. Partiendo de la muy aventurada suposición de que vosotros, muchachos, sois serios –si bien, estáis confusos- en vuestras intenciones, y no estáis exteriorizando, simplemente, fantasías de Rambo propias de la mediana edad, voy a daros unas pocas indicaciones de como no hay que efectuar una insurrección armada contra un régimen poderoso y bien cimentado.
Y ahora, ¿tendré que hacer aquí hincapié en, como es habitual, las advertencias previas rituales, para señalaros lo que es mejor no hacer? Hmmm… probablemente no. Bien, probémoslo como algo nuevo. En este momento, no voy a molestaros con las diversas figuras semánticas que generalmente empleamos para pretender que no decimos lo que realmente estamos diciendo. Eso no engaña a nadie, y dudo mucho que cualquiera de esas advertencias previas supusiera la más mínima diferencia en un juzgado sionista. Atended, hijos míos:
1. Los movimientos revolucionarios no tienen direcciones de correo.
No tienen boletines informativos. No tienen páginas web. No solicitan donaciones por carta desde listas de correo ultraderechistas. Tampoco establecen listas de correo por sí mismos o mantiene registros escritos de cualquier clase que el enemigo pueda aprovechar.
2. Los movimientos revolucionarios no hablan, actúan.
Actualmente, llevo a cabo mi guerra con palabras. No pretendo otra cosa. Si percibía que la revuelta armada era apropiada para el lugar, el momento y para mí personalmente, entonces no me paraba a hablar, sino a disparar. No os hablaría de cómo empecé a disparar en otra época, cuando el espíritu me movía a ello. Tampoco enviaba amenazas por carta a la gente o dejaba mensajes amenazantes en sus contestadores automáticos para conseguir una larga condena de prisión para mí. Semejante acto es propio de un idiota. Amenazar a alguien es, en todo caso, el acto de un idiota. Si de verdad piensas cumplir tu amenaza, lo que haces es, simplemente, poner en guardia a tu objetivo. Si no tienes en mente llevar a cabo tu amenaza, entonces eres un cobarde y una desgracia para la causa a la que pretendes servir, haces que todos caigamos en el ridículo.
Desde nuestro punto de vista, la falta de crédito que padecemos en este país se debe, en gran parte, al hecho de que muchos de los nuestros son unos evidentes fanfarrones pomposos que se disfrazan con uniformes de camuflaje y agitan sus semiautomáticas en el aire para las cámaras de televisión, mientras narran y se jactan de todas las valerosas gestas que acometerán en algún momento indeterminado, cuando se presente la oportunidad. Podéis denominar a esto el síndrome Terre Blanche. Hemos perdido de esa manera a todo un país, Sudáfrica. Por favor, por favor, POR FAVOR, no parezcáis unos tontos ni hagáis parecer tontos al resto de nosotros al obrar así.
Hay un viejo dicho: “No digas lo que dices si no piensas andar el camino”. Disiento. No digáis absolutamente nada, en cualquier circunstancia. Hacedlo y mantened la boca cerrada tanto antes como después de hacerlo (o, al menos, todo lo cerrada que sea posible).
3. No almacenéis armas. No almacenéis explosivos. No almacenéis nada de eso.
Los arsenales no son más que un jugoso fruto propagandístico en provecho y beneficio del BAFT. Si poseéis un arsenal, atraeréis –dada la pobre calidad de las mal llamadas “guerrillas”, milicias y demás- a alguna escoria paliducha que, con el tiempo, os venderá para salvar su miserable pellejo. Perderéis el arsenal y la libertad. Los arsenales no producen otro resultado porque, de hecho, vuestro arsenal indica que no sois personas serias.
Si, si, sé que el I.R.A. almacena armas de fuego y explosivos. También pierde arsenales completos cada año a manos de la Gardai y el R.U.C., 150 kalashnikovs de una vez todavía en sus envoltorios libios originales y cosas por el estilo. El I.R.A. mantiene depósitos de armas porque tiene una dilatada relación amorosa con ellas, casi tan intensa como la de la derecha americana, aunque la de aquéllos procede de la vieja política británica de prohibir a los irlandeses portar armas de cualquier clase. Tienden a exagerar este aspecto por razones psicológicas. Pero los provos[2] nunca han dispuesto de más de cincuenta hombres en servicio activo en Irlanda del Norte y puede que en torno a una docena en la propia Gran Bretaña y Europa continental. Su proporción entre charlatanes y militantes comprometidos es casi tan mala como la nuestra; aunque al menos, ellos tienen un puñado de luchadores. Siempre han tenido más armas que hombres capaces de apretar el gatillo.
En un movimiento verdaderamente revolucionario, las armas de guerra no deben estar en los almacenes, sino en las manos de los revolucionarios para que puedan usarlas y nunca los atrapen inermes. Un grupo guerrillero serio distribuye las armas y hace a cada hombre responsable de su propio armamento. Prescindid de explosivos a menos que estéis muy, muy seguros de que diablos vais a hacer con ellos. Los explosivos con los que debéis comenzar son las granadas de mano, no enormes bombas hechas con fertilizantes o extrañas mezclas que vuestro respectivo científico loco ha fabricado en su sótano ( lo de Oklahoma City no cuenta; es una excepción a la regla hasta que sepamos quien y porqué fue el responsable, algo que probablemente nunca sucederá). Las granadas son casi a prueba de idiotas (altamente recomendables para nacionalistas raciales americanos); usadas correctamente, las granadas pueden ser un arma devastadora de guerrilla urbana. No hagáis el imbécil con artilugios de fabricación casera.
4. No necesitáis armas automáticas.
No las compréis. No las almacenéis. Expulsad inmediatamente de vuestro grupo a quienquiera que ofrezca procurároslas: es un agente policial. A menos que se esté adecuadamente preparado para su uso, las ametralladoras son más peligrosas en las manos propias que en las del enemigo. Las ametralladoras no son juguetes con los que poder jugar a ser John Wayne en Sands of Iwo Jima. En cierta ocasión, vía a un estúpido negro en Fort Jackson cometer una gran tontería porque había visto muchas películas y pensó que su M-60 era un juguete. Dada la mentalidad de muchos de nuestros “luchadores por la libertad”, si ponéis armas al alcance de su mano, su impulso de jugar con ellas será demasiado grande como para resistirlo.
Las armas automáticas tienen dos usos específicos en las tácticas militares: Uno es la defensa de posiciones establecidas. El otro es formar parte de un equipo de primera línea de fuego altamente entrenado, para su uso en operaciones de asalto. Los tiroteos con la policía y el ejército no van a ser tan sencillos como en las películas de Rambo, al menos no tanto como algunos de vosotros piensan. En buena medida, vuestras tácticas de guerrilla consistirán en hostigar al enemigo al tiempo que evitáis sufrir esas mismas emboscadas. No tenéis ese tipo de destreza ni nivel de entrenamiento (no, no los tenéis). Podéis conseguir cuanto necesitáis para lograr los objetivos iniciales de un movimiento insurreccional con otras armas.
¿Qué armas serán estas? Amigos míos, el arma más devastadora en el combate cuerpo a cuerpo jamás inventada es la humilde escopeta, tan recortada como sea posible. Cuando empecéis a acumular vuestras primeras reservas de armas, comprad escopetas y pistolas, unos pocos rifles con gran potencia de tiro y unas pocas buenas semiautomáticas (las de SK son unos cacharros, evitadlas; pero cualquier otra semiautomática de cañón largo servirá). Comprad esas armas legalmente y en tiendas que ofrezcan todas las garantías, pero no las guardéis en graneros u otro sitio cualquiera que indique intenciones ilegales. No las agitéis con gestos teatrales, no las exhibáis ni consintáis que alguien sepa que las poseéis. No compréis armas en cantidad excesiva. Y no recortéis vuestras escopetas por debajo del límite legal, violadlo e iréis a la cárcel irremediablemente.
5. Los medios de comunicación y la policía ni siquiera deben saber que existís.
Nada de conferencias de prensa, nada de comunicados de prensa, ni equipos con cámaras, ni entrevistas, nada que pueda dar información sobre vosotros. Cuando sea el tiempo de la acción directa, habrá que considerar a los medios de comunicación como objetivos militares legítimos. No son nuestros amigos bajo ninguna circunstancia. No intentéis “usarlos”, ellos os usarán.
Increíblemente, la inmensa mayoría de los grupos blancos “revolucionarios” de América no practican la precaución más básica y rudimentaria de todas: mantener a sus miembros ocultos del enemigo. La peor catástrofe posible para un grupo guerrillero incipiente es que uno o más de sus miembros sean identificados por las fuerzas gubernamentales.
6. No vestir uniformes de ninguna clase.
Si no entendéis por qué esto es absolutamente necesario, no intentéis actividad insurgente alguna. Carecéis de la inteligencia suficiente como para llevarla a cabo con éxito.
7. ¡No defendáis! ¡Atacad!
La “estrategia” básica de la mayoría de las milicias, en la medida en que tienen una (que no suele ser muy elaborada), se fundamenta en la defensa estática de sus comunidades. Contra los negros de las ciudades y los delincuentes en una época de quiebra social total, puede ser un objetivo factible. Contra el gobierno federal de los Estados Unidos –el más probable agresor de cualquier comunidad blanca- esta perspectiva es absurda y suicida. Por añadidura, esto supone, con gran suspensión de la incredulidad[3], que las actuales “milicias” intentarían resistir en lugar de tirar sus armas al suelo y lloriquear ante la D.A. por una rendición negociada. Nunca, nunca, nunca permitáis que os atrapen en un recinto del tipo que sea. Hacéis frente a la concentración de poder militar y policial más aplastante de la historia de la Humanidad. Verse rodeado es el final.
8. No robar bancos.
O cometer otros actos criminales para obtener fondos (como los cheques falsos escritos al estilo Freeman) hasta que no hayáis demostrado vuestra buena fe revolucionaria mediante diversos ataques de gran envergadura contra el enemigo racial. Esto parece ser lo que ocurrió con el denominado “Ejército Ario Revolucionario”; querían ser The Order pero, por lo que se sabe, nunca dieron más puñetazo al enemigo que robar bancos que contenían el dinero que personas de raza blanca habían ganado con esfuerzo, asegurado por el FDCI. Esta es la peor publicidad que podríamos haber recibido. Debido a esos fulanos, el público del Noroeste ve a la gente de Identidad Cristiana como criminales y atracadores de bancos. Muchas gracias, chicos.
¿Cómo conseguir vuestros fondos iniciales? Os lo diré, y no bromeo. Vended el maldito recinto. Emplead el dinero en comprar transporte, furgonetas, camionetas, camiones, vehículos que puedan transportar hombres, armas y suministros para pequeños grupos que se desplazarán, atacarán y luego escaparán, entonces golpearán de nuevo, etc.
No necesitáis terreno o cualquier otra cosa en la que os puedan rodear. La tierra es inútil para vosotros. Cualquiera de vosotros puede morir (lo que tienen más posibilidades de suceder) y no la necesitará en ese caso; o bien ganaréis y, entonces, podréis apropiaros de toda la tierra que queráis.
9. Establecer un objetivo político asequible antes de empezar.
Se supone que sois guerrilleros, no Asesinos Natos en una especie de sangrienta juerga en forma de carnicería criminal sin sentido. La violencia es un medio para alcanzar un fin, no un fin en sí misma. Una de las razones por las que ha fracaso el I.R.A. es que ha caído bajo el control de gangsters vulgares y corrientes y psicópatas que han olvidado lo antedicho o nunca lo han sabido.
10. La mejor idea hasta ahora: olvidar todo el asunto.
Hemos malgastado completamente los últimos treinta años, camaradas. Es un hecho. Parte de esta merma se debe a expediciones sinceras y optimistas hacia callejones sin salida que, vistos en retrospectiva, eran bastante evidentes. El Duck Club y la política electoral son dos ejemplos que me vienen a la mente. También se nos ha castigado con una serie de autoproclamados líderes que han resultado ser corruptos, incompetentes y deshonestos, y aún sufrimos la plaga de algunos de esos vestigios del pasado. Podéis gritar, aullar, gemir y difundir tantos rumores de que soy un agente gubernamental como queráis, pero todo cuanto digo es cierto. El Señor hizo a la mayoría de hombres con arcilla, pero hizo a la mayoría de los líderes racistas blancos con mierda.
De no haber perdido los últimos treinta años, es posible que estuviéramos en posición de efectuar una insurrección armada contra el ZOG. No lo estamos, y quienquiera que os diga otra cosa es un estúpido o un verdadero agente policial. Lo explico para que os entre en la cabeza y aprendáis. No os exijo que muráis por vuestra raza. Os pido que viváis para ella y, lo que es más difícil, trabajéis por ella.
Soy consciente de que este mensaje no es el que muchos esperan oir. Por el bien de nuestro porvenir, amigos, es mejor que le prestéis atención.
[1] Con el término survivalist se hace referencia en los EEUU a aquellas personas que se obsesionan con la idea de que sobrevenga una catástrofe y poder sobrevivir a ella (N. del T.)
[2] Término con el que se denomina a los miembros del IRA provisional (N. del T.).
[3] La ironía de Covington es evidente. Se conoce como “suspensión de la incredulidad” al mecanismo mental por el que una persona acepta la lógica interna de una novela o película de tipo fantástico y no cuestiona la verosimilitud de lo que lee u oye (N. del T.).
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