domingo, 10 de octubre de 2010

H.A. Covington, "Dadme Esa Religión de Otros Tiempos".



Dadme Esa Religión de Otros Tiempos
H.A Covington
(traducido por Bucelario)
Desde los desfiladeros de las brumosas montañas de Virginia occidental se murmuró el terrible hecho. El rumor viajaba a la velocidad de la luz por las líneas telefónicas, más rápido que Benny Klassen al huir de una citación. Deambuló a paso lento a través del sistema postal. La sórdida calumnia rezumaba en cada recoveco y grieta del Movimiento, flotaba en el aire como la fetidez de los calcetines de Tom Metzger. Una vez lo escuchaban, los perros aullaban, los hombres fornidos temblaban y las señoras con pelo cano y zapatillas de tenis veían terribles presagios en la espuma de su cerveza.
Los enemigos de quien esto escribe cacareaban con júbilo. ¡Sin duda, eso era lo que hacía falta! ¡El advenedizo sería aplastado! ¡Nadie osaría volver a plantear la pregunta de qué hacían los grandes líderes blancos con las donaciones monetarias de sus seguidores! Este impertinente mequetrefe de Carolina nunca más volvería a agitar una vez al mes los esqueletos de una docena de armarios. ¡Pues el secreto se había descubierto! ¡Todo se había revelado! En verdad, la palabra descendió de los cielos, desde el sanctasactorum olímpico del mismísimo Gran Hombre a través de Willard, su acólito elegido. ¿Nos atreveremos a pronunciarlo?¿Podremos susurrar las lamentables noticias?
“Harold Covington es, en secreto, un… un… un ¡cristiano!
¡Fuego! ¡Eclipse! ¡Triste ruina!
Ahí lo tenéis, amigos. Se me acusa de adhesión al credo religioso que inspiró a los cruzados para ponerse de acuerdo en la marcha hacia Palestina, con pausas en el camino para limpiar de judíos distritos enteros de Europa, superar formidables obstáculos y severas privaciones, hasta tomar Jerusalén al asalto y masacrar semitas de tal forma que cuando Tancredo y Godofredo de Bouillon cabalgaron por las calles, la sangre no blanca llegaba por los corvejones de sus caballos. ¿Qué clase de ario podría admirar una fe tan insípida? Se me acusa de pensamientos proclives al Dios que los afrikáners oraron en el Día del Pacto, en 1836, antes de pisotear los impíos zulúes sobre el polvo, cerca del River Blood. Se comprometieron a construir una iglesia si su deidad “judía” les concedía la victoria. He caminado a través de esa simple y conmovedora Iglesia del Pacto, en Pietermaritzburg. ¡Allí sentí miedo, Willard! Se me acusa de sentir respeto por la fe que, tras una noche de oración y comunión con su alma, indujo a Stonewall Jackson a salir con sus cadetes y unirse a la Confederación. Bueno, nos conocéis como palurdos. Tercos ignorantes es lo que somos. El Gran Hombre me ha declarado contaminado por la mística creencia en el destino que llevó a Colón y sus marineros a celebrar una última misa en 1492, en la iglesia –aún en pie- de Palos, previa a iniciar el viaje que desde España dio este continente a nuestra estirpe.
Ahora mismo, puedo oír a los expertos raciales: “¡Bah, los italianos y españoles no son hombres nórdicos en modo alguno. Todo el mundo sabe que quienes tienen apellidos terminados en vocal nos son blancos. Ignorantes bolas de sebo cristianas. Aquellos vikingos aniquiladores con cuernos en el casco, esos eran verdaderos hombre blancos paganos!”. Ah, sí. Excelentes héroes guerreros nórdicos como Eric el Rojo, Leif Ericson, el rey Magnus, Harold Peloblanco, Harald Hardrada y Erik Glipping bebían hidromiel en cuernos, con una enorme espada en una mano y una pechugona mujer rubia en la otra, mientras daban gritos a Odín.
Lamentos tener que decírselo a estos teóricos raciales aficionados y autotitulados historiadores, pero todos los legendarios hombres del norte antes mencionados eran cristianos, al menos técnicamente, en el sentido de que se les había bautizado al nacer o escogieron convertirse en la edad adulta para obtener este u otro beneficio político. Ciertamente, el cristianismo era muy tenue en varios de ellos, pero Olaf de Noruega y el medio danés de Eduardo el Mártir de Inglaterra incluso llegaron a santos.
Realmente no, no soy un cristiano en el sentido reconocible de la palabra. Mi teología personal contiene un mordisco de Identidad[1], un poco de misticismo pagano nórdico, una pizca de ocultismo, una cucharada de zen, una pizca de Swedenborg, y unas pocas ideas tan extrañas que no expongo en público por miedo a que individuos con batas blancas me arrastren a una habitación acolchada. Pero mi rareza religiosa no me impide ver el papel inmenso y capital que el Cristianismo ha jugado en el desarrollo de la civilización aria. Me niego a escarnecer y disminuir la importancia de la teología que dio a los siglos las magníficas catedrales góticas de Europa; la belleza y gloria de los incontables artistas del Renacimiento, como Miguel Ángel y Da Vinci; esa cumbre de la grandiosa poesía y arrobamiento del idioma inglés que supone la Biblia del Rey Jaime; un legado acumulado de música, arte, arquitectura, filosofía, exploración y conquista sin paralelo en la historia de la Humanidad.
Permitidme dejar claro que comprendo el punto de vista no-cristiano, y lo acepto sin reservas como una parte de la herencia filosófica y espiritual de nuestro Movimiento. Los no-cristianos tienen mucho que decir en su crítica al Cristianismo, que es válida y muy pertinente para el futuro de nuestra raza
Examinemos con brevedad todo este asunto. Esencialmente, los anti-cristianos (como opuestos a los no-cristianos) dan argumentos como éstos: los predicadores de las iglesias establecidas han traicionado a la Raza blanca. Predican que los judíos son el Pueblo Elegido por Dios. Predican el amor hacia los negros. Más y más de ellos promueven y practican la sodomía. Besan el culo de la minoría de moda o la causa políticamente correcta del momento, luego se dedican a engañar a sus esposas y ha sodomizar a sus monaguillos. Practican toda clase de fraude para obtener dinero y costearse un modo de vida lujoso. Predican la fe y la debilidad de los espiritualmente vulnerables, las mujeres, los ancianos, los iletrados y la clase trabajadora. Emplean la religión como un opiáceo con los esclavos blancos asalariados para mantenerlos dóciles y obedientes a Washington. Son nauseabundos traidores a la raza, babeantes lacayos del Sistema como Billy Graham, Jerry Falwell y Pat Robertson, que han vendido su derecho de primogenitura racial por el plato de lentejas de Jacob.
Quien escribe esto no tiene nada que decir al respecto, amigos. Estoy de acuerdo con todo lo anterior. La mayoría de esos portadores de alzacuellos son basura que merecería ser colgada públicamente de los balcones, como hizo el gentío de Florencia con su arzobispo y algunos monjes en 1478 (esto parece una discusión sobre trivialidades históricas).
Pero aquí hablamos del clero establecido, organizado y profesional, así como de las denominaciones cristianas del presente, no del mismo género que los papas que predicaban fieros sermones exigiendo la Cruzada contra el infiel, los inquisidores cuya labor era quemar judíos mucho antes de Janet Reno, o de Leonidas Polk, el obispo anglicano que dejo de lado su toga y báculo para convertirse en general del Ejército confederado. Resulta obvio para cualquiera con unas mínimas nociones de historia que el cristianismo fue, en una época, una fe muy adecuada para un dinámico pueblo ario en expansión. Que ahora sea una amenaza para nosotros es algo que no puedo discutir; pero por las peligrosas mentiras y no por la fe en si misma, por las personas que se han hecho con el control de ella y la han convertido en un instrumento de lo políticamente correcto. Esto supone una clara distinción que cualquiera puede percibir si no está cegado por un odio absurdo.
No es labor mía defender al cristianismo o advertir de los innumerables modos en que se predica desde los púlpitos en contradicción con lo que está en la Biblia. Hay otros muchos más dispuestos, capaces y cualificados que yo para hacerlo. Mi opinión es que el fanatismo anti-cristiano supone un punto flaco potencialmente letal, que puede haber resultado ser nuestro caballo de Troya, como por poco fue en el caso de Klassen. El hecho es que tenemos entre nuestras filas a una vociferante minoría que parece obsesionada con un odio casi patológico por la Fe cristiana y todo lo relacionado con ella, llegando incluso a excluir la cuestión racial y la urgencia central de la supervivencia blanca. Por lo demás, he conocido a inteligentes y dedicados camaradas que se acaloraban hasta el punto de efectuar gritones y delirantes ataques, en los que injuriaban y maldecían al Cristianismo. Se colocan más allá de la razón en este tema. Efectivamente, hay que reconocer que muchos de esos machaca-biblias prefieren que la situación continúe y la Raza blanca termine por extinguirse, a que se alcance la victoria y los odiados cristianos establezcan un estado ario.
Durante unos veinte años, el Movimiento ha sumado una creciente cantidad de escándalos por la presencia de un líder judío de un culto que era, sin duda, un pederasta y también un asesino con un 99,9% de certeza. A menudo me han preguntado como Klassen pudo “salir impune” durante tanto tiempo. La razón más obvia es, por supuesto, que el movimiento nacionalista racial blanco de América está completamente desprovisto de cualquier código moral o algo remotamente parecido a una disciplina interna; asimismo, cualquiera puede escapar impune de casi todo tipo de cosas a condición de no haber incordiado al ZOG lo bastante como para acabar encarcelado o asesinado. Pero esta no es realmente la única respuesta, ni mucho menos. Klassen pudo salir impune porque –con el sentido infalible de sus ancestros semíticos para detectar el punto flaco de los arios- comprendió lo extendido que estaba este modelo de comportamiento obsesivamente anti-cristiano entre los nacionalistas raciales blancos, y dedujo que este debía ser su gancho, su reclamo cuando crease su negocio. Hasta que vuestro amigo y humilde narrador apareció, una de las armas más efectivas que tenía el viejo follaculos de Benny para silenciar las críticas o una curiosidad excesiva por su turbio pasado, consistía en enfrentarse al asunto como si se tratase de una persecución religiosa proveniente de demagogos conservadores cristianos judaizados. Para ser honestos, algo de verdad había en ello.
Pero muchos de los que desconfiaban y criticaban a Klassen por su ménage pèderastique, tienen las mismas ideas sobre el Cristianismo. Y, de este modo, se neutralizó a un número incontable de activistas blancos potencialmente valiosos, convertidos en completamente ineficaces e incluso nocivos para la causa que sinceramente querían servir, pues su odio hacia la religión cristiana los había cegado de tal manera que eran incapaces de comprender quien y como se lo había inoculado. Para algunos, como Brian Kozel, Matt Hayhow, Jurgen White y Jurgen Grobelaar, será siempre demasiado tarde.
La Saga de los Follaculos no es más que un ejemplo de cómo el odio anti-cristiano puede obsesionarnos, alejarnos de la realidad y hacernos ineficaces y contraproducentes. Esa gente con instinto racial sano, que podría haber rendido un valioso servicio a la causa, acabó en un callejón sin salida, malgastando su tiempo en distribuir una de las literaturas más venenosas y ofensivas jamás producidas en nombre del hombre blanco. ¿Podéis imaginar la reacción del típico Joe Six-Pack[2] cuando recogía un ejemplar de Racial Loyalty que algún chico con la cabeza rapada había arrojado sobre su césped, y veía las fotografías de mujeres ligeras de ropa siendo azotadas y los artículos en los que se farfullaba sin parar acerca de actos sexuales desviados aparentemente descritos en la Biblia? ¡Dios, se me encogía el estómago cada vez que sostenía en las manos esa maldita broma de mal gusto! Incluso la textura del papel era escamosa y grasienta, como el mismo Benny F.
Durante veinte años, Benny Klassen se aprovechó de nuestra propia debilidad interna para perpetrar un gigantesco acto de sodomía psicológica y política en el Movimiento. Los cadáveres del COTC se apilaban como montones de leña y, finalmente, Benny corrió a esconderse. Hoy los buitres lloran junto a los restos de su “iglesia”. Aún más increíble es que haya quienes todavía se nieguen a escuchar la verdad, incluso cuando saben perfectamente que Klassen era un fraude. Admitirlo sería como dar ayuda y consuelo a los despreciados cristianos.
La sinrazón es nuestro enemigo. Si acaso hay alguna posibilidad de victoria, debemos mantener la cabeza clara para la lucha, y ver las cosas tal cual son, no como desearíamos que fuesen. El hecho incontestable es que la inmensa mayoría de los americanos blancos profesa alguna forma de cristianismo. Puede que no practiquen su religión más que los días festivos, puede que duden en secretos de sus dogmas, pero no tolerarán que se les bombardeé con blasfemias pueriles por parte de personas irracionales, obsesionadas con el único objetivo de excluir a todos los demás. El debate en torno a la religión y al futuro espiritual del ario deberá tener lugar en algún momento venidero, sin duda, pero deberá tener lugar después de que asumamos el poder del estado y nos hagamos con el control de los medios de comunicación, y después de que hayamos reconstruido la sociedad de arriba abajo. Un prematuro y divisivo debate sobre la cuestión crea disensiones y supone una oportunidad para los agentes provocadores del enemigo, y para seres nauseabundos como Klassen.
En nuestra pre-revolucionaria y pública posición religiosa, tenemos un principio claro en la política de nuestros antepasados, expuesta en la Constitución: libertad religiosa y de conciencia. Si fueron lo bastante buenas para Washington, Franklin y Jefferson, también lo son para nosotros.

[1] Covington se refiere a la Christian Identity, una doctrina que mezcla cristianismo protestante con ideas raciales (N. del T.).
[2] Término usado en EEUU para referirse al ciudadano de a pie, al individuo corriente (N. del T.).

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